Los evencos, los nómadas de las nieves

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Lunes, 16 de abril de 2007, a las 19:41:01

Opinión

Los evencos, los nómadas de las nievesSiempre me han llamado la atención los pueblos nómadas. A pesar de que soy sedentaria convencida y apenas he cambiado de lugar de residencia, me siento fascinada por estas gentes que vienen y van, haciendo miles de kilómetros en busca del sustento. Porque lo que caractariza a estos pueblos es la extrema dureza de sus condiciones de vida, que les llevan a lanzarse a la búsqueda de pastos, caza o pesca.
Normalmente pensamos en pueblos del gran desierto del Africa cuando hablamos de nomadeo; saharauis o tuareg son los primeros pueblos en los que pensamos. Pero hay otros nómadas, los de las nieves, los hombres errantes por las enormes extensiones heladas, como los de Siberia. En esas tierras vive un pueblo, el evenco, que sobrevive a duras penas. Los evencos, habitantes de un desierto helado, practican las artes de la caza y la pesca sin abandonar sus tradiciones milenarias, características y diferentes, pero con muchos puntos en común con los nómadas saharianos. Los evencos viven en unas tiendas cubiertas con pieles de venados, llamadas chums, emparentadas con las jaimas de pelo de camello saharauis. Al hablar del camello, pilar de la cultura nómada del desierto, recordamos que sin renos no habría cultura evenca. Hay dos tipos de renos, el doméstico, que se cría desde pequeño, y el salvaje, que cazan. El reno tira de sus trineos, les proporciona carne y grasa y sus pieles sirven para abrigarse y cubrir sus tiendas.

Los evencos, unas 70.000 personas que viven entre Rusia y China, con más de la mitad de su población nómada que no permanecen más de un mes en el mismo lugar, ven su lengua original en peligro de extinción. Entre los hombres y mujeres existe total igualdad. Otro rasgo común en las sociedades nómadas, a las que la dureza de sus condiciones de vida imponen que todos colaboren por igual para asegurar la supervivencia del grupo.

Una fascinante cultura de la que apenas se conoce nada, los tiempos de la globalización son malos para los viajeros errantes.
Conchi Moya

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