El Gobierno suele responder que la actitud de Marruecos ante el drama de la emigración ilegal ha mejorado, y que los caladeros han vuelto a ser parcialmente abiertos a nuestros pesqueros, medidas que deberían ser propias de la buena voluntad natural de dos países vecinos, pero que aparecen así como el pago por la renuncia de nuestra histórica «neutralidad activa» en el conflicto del Sahara. Por añadidura, las relaciones con Argelia se han resentido, y sólo el extraordinario prestigio de Su Majestad ha permitido evitar que el deterioro llegase a ser desastroso para los intereses españoles en aquel país.
En estos momentos, en los que el caso vuelve a llegar a manos del Consejo de Seguridad de la ONU, las dos partes han presentado un plan de paz diferente. España ha apoyado sin ninguna prudencia el de Marruecos, que tiene pocas posibilidades de ser considerado como una base de consenso, ya que parte de un concepto engañoso que interpreta el derecho de autodeterminación como un proceso de aceptación de un estatuto de autonomía. De lo que se sabe de la propuesta de los saharauis, también aparece mencionada la posibilidad de una relación de autonomía dentro de Marruecos, aunque vinculada al Plan Baker, que, por cierto, el presidente Rodríguez Zapatero contribuyó a dinamitar. Vuelve, por tanto, la posibilidad de una negociación, dificil y compleja, como siempre, y el Gobierno debe explicar ahora cuáles son las ventajas de haber renunciado a ser un interlocutor neutral.
Fuente: ABC