LA SENTENCIA

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Lunes, 18 de febrero de 2013, a las 23:53:55

Opinión

Por Javier Perote, 18/02/2013

A tenor de las sentencias dictadas ayer domingo contra los veinticuatro saharauis procesados por los sucesos ocurridos durante el desmantelamiento del campamento de Gdeim Izik, se puede pensar que Marruecos no ha cambiado mucho desde los tiempos de Hassan II. Sigue siendo una cámara de horrores. En los años de plomo, el pueblo marroquí sufrió toda clase de abusos, pero fueron los rifeños y los saharauis los que llevaron la peor parte. Para los saharauis, las cosas no han cambiado, los malos tiempos continúan.

Se ha anunciado que nuestro Rey va a viajar a Marruecos próximamente; no lo haga Majestad. ¿Qué ventajas se han derivado de las anteriores visitas? ¿Qué ventajas tuvo para España su visita privada/oficial del año 2011? A qué fue Vd. entonces a Marruecos; siguen igual de altivos y nos siguen chantajeando. No se haga cómplice de las barbaridades que comete ese gobierno primitivo, arbitrario y tan bestial como el anterior de Hassan II. Ante la opinión pública no le favorece esa amistad, y no están los tiempos para perder imagen. No vaya: su visita es un desprestigio para España y para Vd..., pero un aval para esa monarquía medieval capaz de organizar ese inicuo proceso y dictar esa monstruosidad de sentencias.

Las leyes que rigen en el Sahara son las de Marruecos ¿recuerdan? esta fue la vergonzosa y humillante claudicación por la que tuvo que pasar el irrepetible Moratinos para salir del atolladero en que se había metido con el asunto de Aminatu Haidar. Pues bien, ahora tenemos una muestra de lo que son esas leyes que el Gobierno de Zapatero avaló para el Sahara.

  
Cuando tuvo lugar el tránsito desde el Gobierno de la dictadura a la democracia, había en España una sociedad esperanzada, con un ideal de libertad y de justicia que fue capaz de protagonizar un cambio pacífico ejemplar; así lo reconoció todo el mundo. Es decir: aquella sociedad nacida, crecida y desarrollada en la dictadura había asimilado unos valores que la dotaron de la suficiente convicción como para imponerse a fuerzas que se oponían a todo cambio. Y trajeron la democracia. Han pasado cuarenta años y lo que tenemos delante es un país estupefacto, desorientado y, en opinión de muchos, carente de valores (esto es muy frecuente oírlo). Es decir: de la dictadura a la democracia, pero de la democracia al nihilismo. ¿Cómo puede ser esto? ¿Qué ha ocurrido? ¿Se puede sacar la conclusión de que la dictadura educó mejor a sus ciudadanos o que sus dirigentes fueron más ejemplares en su comportamiento, por ejemplo con la corrupción? ¿Por qué se ha desmoralizado la población española de esta manera? Pero no solo en España también en Europa: cuando ocurrieron los graves disturbios del verano de 2011 en el Reino Unido, el Primer Ministro denunció una alarmante falta de valores morales en la sociedad europea.

Como ya he recordado en otros escritos, cuando se celebraron las elecciones de 1982 los mítines de campaña de los socialistas se llenaban con más banderas del Sahara que las rojas de la rosa y el puño. Fueron listos los socialistas al aprovechar la ola de entusiasmo que provocaba la defensa de los saharauis y presentarse ante la opinión pública como los reivindicadores de sus derechos, al tiempo que demonizaban al franquismo por la gran traición cometida, al entregarlos a Marruecos. Y la gente les creyó; y llenaron las urnas de votos socialistas. Pero la gran traición, la de verdad vino después y dura desde entonces, hace cuarenta años: nada más ganar las elecciones le faltó tiempo a Felipe González para ir a ver a Hassan II. Hasta la víspera, él y Guerra, le habían puesto cual dijeran dueñas, pero a partir de esa fecha todo fue presentarnos a aquel caníbal como un demócrata de toda la vida. Y ahí empezó todo: ¿qué había ocurrido? nadie entendía nada de aquello pero el Partido Socialista, como un solo hombre, tragó con aquel contubernio. Después vinieron filesa y otras manguesas, en las que estaban implicados importantes dirigentes del PSOE, pero nadie dijo nada, apretaron filas y siguieron tragando. Los políticos tienen una especial habilidad para hacer sentir a la gente que cuentan para algo cuando les van a pedir el voto. Hacen que la gente se considere como uno más de los suyos. ¡Vamos a ganar!¡ vamos a ganar! repiten machaconamente! Y la gente se lo cree, y les vota como si efectivamente formaran parte de los suyos y fueran a ganar algo. Después de esto, ya está preparado el terreno, ya se podrá tomar cualquier medida de orden político, por aberrante que sea, que la gente lo aceptará; porque son de los suyos, Luego vienen los escándalos pero la gente está anestesiada y ya está dispuesta a transigir con todo. Y empieza el envilecimiento en una escala ascendente: cuanto más se corrompen los dirigentes, más se envilece la población

Felipe González se amigó con Hassan II porque le convenía. Le convenía a él y al partido. Empezó la venta de armas a Marruecos, a pesar de que estaban suspendidas desde el Gobierno de Suárez y a pesar de la oposición de la sociedad española que, en aquel momento de lucha de los saharauis, no veía con buenos ojos aquel comercio. Pero fueron listos y tenían pocos escrúpulos los dirigentes socialistas y entonces lo presentaron al público como que se defendían los intereses de España (Suárez también defendía los intereses de España pero prohibió la venta de armas porque no le parecía ético). Como todo el mundo sabe, la venta de armas deja muchas comisiones. Los socialistas con esta acción lanzaron el mensaje, que ha permanecido inalterable durante los cuarenta años de democracia: lo que importa no son la justicia, los derechos, las leyes; no, lo que importa son los intereses. Y a continuación toda clase de valores éticos se fue por el desagüe, porque el mal ejemplo de los políticos se extiende como la lepra. Pero además ellos mismos, los políticos, se arrogan el derecho de decir cuáles son los intereses de España, sin tener en cuenta que muchos españoles, si se les dijeran las cosas claras, estarían de acuerdo en que la mejor forma de defender los intereses de España es defendiendo el derecho y la justicia.

Los políticos del PP y del PSOE conocen la cuestión del Sahara. Conocen la responsabilidad histórica de España en esa cuestión pero apoyan a Marruecos porque dicen defender los intereses de España, aunque nunca aclaran en qué consisten esos intereses, y aunque esa defensa siempre implica beneficios para sus bolsillos particulares o los de su partido.

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