El drama del Pueblo Saharaui

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Domingo, 23 de septiembre de 2012, a las 16:49:17

Opinión

Por Jorge Alejandro Suárez Saponaro.*
Buenos Aires - Argentina

En 2005 el gobierno de la República Oriental de Uruguay reconocía formalmente la existencia de la República Árabe Saharaui Democrática o RASD. Este Estado, que para muchos juristas su condición como tal está en duda, es el reflejo de un verdadero drama poco conocido, a pesar de ser un país “hispano”, ya que de 1884 a 1976, fue un territorio español en el Norte de África, que ha sufrido un drama similar al del pueblo palestino.

Los palestinos hablan de la ocupación israelí, en el marco de un verdadero abandono por parte de la potencia colonial británica, dando paso a la “Nakba” o sea catástrofe, que significó el exilio de millares de ello a países vecinos y a los territorios de la Franja de Gaza y la Margen Occidental (o Cisjordania). Así se inicia una lucha, que llega nuestros días, y que dado las características de la geopolítica explosiva de Medio Oriente, ha impedido la formación de un Estado palestino plenamente soberano. El recurso del terrorismo, por parte de organizaciones palestinas, unido a la inestabilidad interna de la llamada Autoridad Nacional Palestina, ha impedido, que existan condiciones para que los intereses hegemónicos del mundo den carta blanca para que sea creado un Estado Palestino soberano.

El caso saharaui, guarda muchas similitudes. En 1884 se inicia la colonización española en territorio ocupado por tribus nómadas independientes de todo poder estatal, que por medio de acuerdos y algo de coacción armada, aceptan el control hispano. La lenta colonización, recién para fines de los 50 muestra avances y ciertos cambios, dado el interés de España de conservar su posesión africana, considerándola provincia española y sus habitantes, también españoles.

La independencia de Marruecos cambia las cosas, el movimiento nacionalista Istiqlal, en base a una visión idealizada de un pasado lejano habla del Gran Marruecos, que abarca Marruecos, el Sahara Español, las actuales Mauritania, parte de Malí y de Argelia, en un vano intento de reclamar las tierras controladas por el imperio almorávide del siglo XI, que por cierto no duró mucho. Eso seguramente vino como anillo al dedo a una monarquía marroquí que necesita consolidarse en el poder, aglutinar una opinión pública y distraerla de una realidad que le habla de subdesarrollo, escasa democracia y una falta total de movilidad social ascendente. A todo ello a fines de los 50, el nasserismo, las ideas progresistas y nacionalismo laicista, eran las principales amenazas para las monarquías y gobiernos corruptos adictos a Occidente. Circunstancias que seguramente había tomado el “Majzén” como se conoce a la Corona marroquí.

Las bravatas de un movimiento nacionalista, terminaron en un proceso expansionista decidido, ante una potencia colonial en retirada y permeable a las presiones internacionales. La ONU tomó nota del asunto y habló directamente del derecho de autodeterminación, el pueblo del Sahara Español, tenía derecho a decidir libremente su destino. Los cambios políticos en África del Norte, la Guerra Fría, y los intereses occidentales hicieron su aparición en escena. La falta de cambios, ante una sociedad en transformación, llevó a que las juventudes del Sahara adhirieran abiertamente a posiciones nacionalistas, con claras simpatías por los procesos nasseristas, Argelia y el entonces casi legendario FLN, Gaddafi, etc.

Por otro lado, Marruecos inicia una campaña en diversos frentes (político, diplomático y hasta militar) a fin de lograr sus aspiraciones sobre el Sahara. El descubrimiento de los ricos yacimientos de fosfatos, que se transforman en una competencia para Marruecos, cambia la situación, a todo ello se suma las tensiones internas de dicho Reino. Un conflicto externo, es lo mejor para distraer recursos, opiniones y a generales poderosos e influyentes.

España organiza instituciones, controladas por jefes tribales, invierte en la industria del fosfato, e intenta defenderse del expansionismo marroquí. El escenario es la ONU, después de la fallida guerra de 1957, del cual solo Marruecos logró obtener la retirada española de un territorio saharaui, conocido como Villa Bens o Cabo Juby.

La ONU habla de autodeterminación, reconoce la existencia de un pueblo sujeto a dominación colonial. Mientras tanto en el gobierno español hay dos opiniones dominantes, la favorable a la independencia y la entreguistas a Marruecos. En este contexto, nace el movimiento nacionalista saharaui. Los errores políticos de la administración colonial española crean una distancia entre el pueblo saharaui y el gobierno español, que por cierto se llena de promesas, que nunca cumplirá.

La situación interna en Marruecos empeora, los intentos de golpe se suceden, incluso una tentativa de magnicidio, por lo tanto, hay que hace algo para sobrevivir y un conflicto externo es una salida ideal. La situación está dada, el adversario está en aprietos, dado la edad del Generalísimo Franco y los políticos españoles piensan en el día después, poco o nada les importa el Sahara y sus habitantes... Esta situación lleva a España a librar un conflicto de varios frentes, por un lado Marruecos que suma a Mauritania a su reclamo (en los 60 Marruecos se opuso a la existencia de dicho país, para después cambiar de opinión, para atraerlo a su estrategia), mantiene sólidos lazos con Francia y Estados Unidos, siendo este último temeroso de que un movimiento nacionalista de izquierda tome el poder en el Sahara Español (ahora Sahara Occidental) y se transforme en una base para la Unión Soviética (que por cierto tenía poco interés en el territorio y nunca le brindó ayuda formal).

Las cartas estaban echadas, a pesar de un rotundo fallo de la Corte Internacional de Justicia de La Haya, que dijo claramente que el Sahara Occidental no le pertenecía a los reclamantes, por lo tanto la vía para la autodeterminación estaba abierta; Franco está en agonía y Marruecos presiona abiertamente. España ya lucha contra el Frente Polisario, el movimiento de liberación de los saharauis, y ahora tiene que enfrentar las amenazas de Marruecos que habla de guerra y arma un espectáculo con 350.000 “manifestantes” en la frontera común.

En este marco de ilegalidad, Madrid decide entregar la “administración” de la colonia a Marruecos y Mauritania, contra la opinión del pueblo saharaui y así comienza la “Nakba” saharaui. España abandona en febrero de 1976 a los que antes consideraba españoles, a su suerte, y el pueblo saharaui conducido por el Frente Polisario se dispone a resistir.

Antes del abandono del territorio, líderes saharauis, jefes tribales, ex miembros de la Asamblea del Sahara y ante el Parlamento español proclaman en Bir Lehlú, la creación de la RASD. El temor a los nuevos ocupantes, lleva al exilio a millares de saharauis que abandonan sus hogares. Los campamentos de refugiados son bombardeados por Marruecos, verdaderos crímenes de guerra y contra la humanidad, con la idea peregrina de impulsar el retorno de los civiles y aceptar a los ocupantes, que por cierto se dedican a una dura represión de los nacionalistas.

Esos millares de civiles se refugian en las duras tierras del sur de Argelia. El Frente Polisario organiza una espectacular campaña de guerra de guerrillas en el desierto, único en el mundo, generando grandes pérdidas a los ocupantes. A diferencia de Marruecos, los saharauis cuentan solo con el apoyo de Argelia, Libia y en menor medida de Cuba y Corea del Norte, los marroquíes cuentan con el apoyo de Francia y Estados Unidos, a todo ello hay que sumarle una cuestión demográfica, los saharauis no llegan a más de 100.000 personas y solo movilizan hasta 20.000 combatientes, un esfuerzo terrible que a la larga se hará sentir.

Los cambios políticos globales, el fin de la Guerra Fría, la crisis interna argelina y un pueblo agotado por la guerra, llevan al Plan de Paz de 1991 patrocinado por la ONU, que instala una misión en el territorio a fin de promover la celebración de un referéndum (que espera desde 1974) para decidir si los saharauis quieren ser un Estado o integrarse a Marruecos. Cabe señalar que Rabat, bajo la ocupación movilizó a más de 200.000 colonos al territorio ocupado. Mientras tanto lo que había firmado Rabat, todo quedó en la nada por constantes maniobras dilatorias, en materia de identificación de votantes, devolución de prisioneros de guerra y explicaciones por cientos de desaparecidos.

Existieron planes de paz alternativos promovidos por James Baker III, estableciendo un territorio autónomo bajo soberanía marroquí – ignorando que el 20% del territorio está en manos de la denominada RASD – hasta la celebración del referéndum.

Marruecos se negó de lleno discutir su soberanía o presuntos derechos, y su postura es irreductible. Mientras tanto financia su ocupación por medio de la pesca en aguas territoriales (muy ricas) y la explotación de fosfatos, y ahora busca petróleo.

A pesar de las promesas de autonomía, la represión a los independentistas continúa, y la ocupación militar, está lejos del compromiso de 1991 de reducirla a 65.000 efectivos. Hoy se estiman en más de 100.000 efectivos, apoyados por una serie de muros de arena y piedra que dividen el territorio, apoyados por minas antipersonal, radares, artillería y blindados que salen al erario marroquí más de US$ 500 millones. Al otro lado sobreviven como pueden exiliados hace más de treinta años millares de refugiados, olvidados por la Comunidad Internacional, y un gobierno con escasos recursos que busca su reconocimiento, como única salida para presionar a Marruecos y lograr, como alguna vez fue prometido que el pueblo saharaui pueda elegir libremente su destino.

* Jorge Alejandro Suárez Saponaro es abogado argentino, master en defensa nacional. Publicó este artículo en el Semanario Alternativa de Montevideo (Uruguay).

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