Los ojos negros saltones brillan al escuchar la sabiduría del anciano, el joven se queda con una profunda duda y le dice “pero señor ¿no me has dicho todavía cuánta agua beben los dromedarios?”. El abuelo va mezclando el espeso té y les sirve el segundo vaso e inmediatamente abre sus brazos alrededor de la hoguera, dirige sus ojos al centro de la llama, y empieza diciendo “El otoño es un movimiento caluroso de personas, animales y vientos que soplan de todas direcciones; los nómadas desesperados dirigen su mirada al cielo e intentan predecir los acontecimientos del tiempo. Desde finales de agosto hasta principios de noviembre toda gota de agua caída del cielo hace crecer la yerba, pero el buen pastor pregunta a todos sobre las precipitaciones y cuando sabe que el preciado tesoro de las nubes corre en los ríos secos del Sahara hacia allí se dirige con su ganado. Cuando llega el invierno todo se vuelve un manto verde hasta los primeros meses de la primavera y con la llegada de las primeras tormentas de arena todo comienza a secarse formando un ciclo que la vida persigue”.
El pastor inexperto se queda asombrado de cómo una persona siente el desierto como algo suyo, que corre por su sangre y su felicidad está atada a los valles, montañas y llanuras que recorrió durante muchas estaciones, su existencia no tiene sentido sin la inmensidad, en ella encuentra su reflejo y el de sus antepasados.
Los años son la voz de la experiencia, porque este hombre sabe que en el duro verano la vida desaparece en las primeras horas de la mañana y todos los seres del desierto buscan la sombra y el agua, el camello es capaz de beber entre sesenta y cien litros cada cuatro o cinco días, en cambio en el invierno a este animal le basta con comer el verde pasto.
El fuego se apaga lentamente y el abuelo sirve su tercer vaso de té, los tertulianos se despiden y cada uno se dirige a su manada de camellos y cabras para ordeñar la leche en unos enormes cuencos, mientras el joven pastor estira su manta sobre la arena que está frente a la jaima. Coloca un cojín y una sábana, mira fijamente las miles de estrellas perdidas en las rutas nocturnas y por la mañana sabe que volverá a recorrer con sus animales los caminos nómadas de la Badia.
Ali Salem Iselmu
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