¡Peligro!: cooperantes

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Domingo, 30 de octubre de 2011, a las 10:00:29

Opinión

El secuestro de voluntarios en África por Al Qaeda ha dejado al descubierto su inseguridad y la verdadera eficacia de la ayuda humanitaria

Fernando Perahíta llevaba dos semanas en el Sáhara cuando se produjo el secuestro. Una célula de Al Qaeda en el Magreb Islámico (AQMI) violó por primera vez la tranquilidad del  campo de refugiados de Tinduf (Argelia) y se llevó a tres de sus compañeros, dos de ellos españoles, al filo de la medianoche. Sólo nueve días antes, otras dos españolas, trabajadoras de Médicos Sin Fronteras (MSF), habían sido capturadas en Kenia, a 100 kilómetros de la frontera con Somalia, por otra filial de Al Qaeda. Dos secuestros en África que ponen en tela de juicio el futuro, y la eficacia, de la cooperación.

Mientras camina por el campamento «27 de febrero», en el desierto argelino, Perahíta explica por teléfono cómo comenzó a apoyar la causa saharaui en 1975: «Estaba haciendo el servicio militar en El Aaiún cuando metimos a los marroquíes en el Sáhara Occidental, los acompañamos hasta allí y nos fuimos. Fue una vergüenza, abandonamos a los que todavía eran españoles». Ése fue el punto de partida de una cooperación que «ha costado muchos años levantar» y que ahora ve peligrar después de que el Gobierno haya recomendado no viajar a Tinduf si no es «indispensable».

Desde el Ministerio de Exteriores reconocen que no todos los cooperantes son iguales. Viene a la memoria el caso de los tres catalanes de la ONG Acció Solidaria, secuestrados el año pasado mien- tras participaban en una «caravana solidaria» que atravesaba Mauritania. Permanecieron nueve meses retenidos por AQMI en el norte de Mali y sólo fueron puestos en libertad tras un pago millonario que el Ejecutivo de Zapatero nunca ha admitido. Este tipo de expedición humanitaria no suele comunicar su actividad para evitar que desde Exteriores traten de disuadirlos. Y es que, en muchos casos, más que ayudar acaban creando problemas porque ni están familiarizados con el terreno ni tienen el apoyo de los locales.

El arraigo en las comunidades en las que desarrollan proyectos a largo plazo es la baza principal de la seguridad de asociaciones como MSF o Cruz Roja. Los locales se mueven por ellos, los protegen e, incluso, llegado el caso, tratan de repeler al atacante. El secuestro en Tinduf es un buen ejemplo. Un médico saharaui resultó herido de bala por defender a los españoles y varios vehículos del Frente Polisario salieron durante horas a la caza del todoterreno de AQMI. Este secuestro preocupa mucho más al Gobierno que el de Somalia, donde Médicos Sin Fronteras presta una ayuda esencial para la supervivencia de la población.
Desde 2002, casi se ha triplicado la cifra de trabajadores humanitarios atacados en todo el mundo. Manel Górriz, referente de Seguridad de Cruz Roja, reconoce que «los entornos son cada vez más cambiantes y complejos», aunque esta amenaza creciente no acabará con la cooperación. «Seguirá existiendo en comunidades en situación de vulnerabilidad, aunque a lo mejor hay que adaptarse a la nueva realidad que antes no era tan latente», asegura.

Armarse

Lo que parece evidente es que la seguridad privada no es la solución. «Cuando te perciben como un elemento armado te van a posicionar en una de las partes. No tiene sentido», continúa Górriz. Para tratar de reducir el peligro, Cruz Roja se asegura de que la gente que contrata está muy al día de unos protocolos de seguridad que siguen a rajatabla y que varían según el país. La formación, de 20 horas y obligatoria, les enseña cómo comportarse ante un puesto de control militar o una explosión, a protegerse en los desplazamientos o a mantener una comunicación permanente. Todas ellas, medidas destinadas, sobre todo, a la prevención.

Pedro Pablo Garloschi lleva un año movido. Haití, Túnez y, ahora, Djibouti, en el Cuerno de África. Este cooperante de Cruz Roja, informático de profesión, lleva cuatro años vinculado a la organización y no piensa dejarla.

«Es un trabajo que te hace sentir muy realizado y, mientras pueda, lo seguiré haciendo», cuenta Garloschi. Achaca el goteo de secuestros «a un cúmulo de circunstancias y a la mala suerte» y asegura que donde él se encuentra ahora, frontera con Etiopía y Somalia, no se ha dado ningún caso. ¿Y cómo lleva su familia tanto sobresalto? «Bueno, a la familia le afecta, pero el contacto es permanente. Cuando nos desplazamos sobre el terreno viajamos acompañados, en convoyes,  y tratamos de estar localizados en todo momento». En definitiva, trata de ser «lo más prudente posible» y tiene siempre presente que está en «zona caliente».

Kenia. 13-10-2011
Montserrat Serra y Blanca Thiebaut, de Médicos Sin Fronteras, fueron secuestradas en el mayor campo de refugiados del mundo, en la frontera con Somalia.

Rabuni (argelia). 22-10-2011
Ainhoa Fernández y Enric Gonyalons fueron capturados junto a otra cooperante italiana en el desierto argelino, en los campamentos saharauis.

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Fuente: La Razón