Una diplomacia con más firmeza

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Martes, 08 de diciembre de 2009, a las 00:26:42

Opinión

Una diplomacia con más firmeza

Francisco Suárez Álamo Las Palmas de Gran Canaria

De verdad que quiero pensar que el Ministerio de Asuntos Exteriores y la Delegación del Gobierno tenían perfectamente organizado el viaje de la activista saharaui Haidar a El Aaiún en la tarde-noche del viernes, cuando así se anunció y así se lo comunicaron a ella, todo ello con gran algarabía –lógica por otra parte- de quienes la secundan, y con gran alivio del Gobierno español y del Partido Socialista, que ya no sabían qué hacer para arreglar el problema. Y de verdad que quiero pensar que a última hora Marruecos hizo una jugarreta, se burló de manera cruel de Haidar y, sobre todo, del Ejecutivo español.

Es, por tanto, un gesto en el que el primer reproche hay que endosarlo en la cuenta de Rabat, pero todo ello, insisto, en la confianza de que previamente Marruecos hubiese dado el visto bueno al viaje y, sobre todo, a acoger a Haidar sin trabas de ningún tipo. Pero incluso si se dan esas circunstancias, entiendo que el Gobierno español no puede quedarse de brazos cruzados y resolverlo todo con el anuncio de que se le ofrece a Haidar que se quede en España y que se traiga a la familia. Como gesto humanitario, es de lo más loable, pero ¿dónde quedó la firmeza, el orgullo propio, el debido respeto entre países, la confianza entre familias reales que se llaman “hermanas”? ¿En qué momento se decidió que todo eso quedaba en segundo lugar ante las razones de Estado? Y es que, efectivamente, en la posición del Gobierno español parece que pesan mucho esas razones. A la vista de que, al parecer, al Ejecutivo le da pudor reconocerlas, pues alguien tendrá que explicarlo: España sufre en silencio la afrenta marroquí, al tiempo que deja en el olvido los compromisos con los saharauis y las buenas palabras al Polisario, porque entiende que, por encima todo, hay que llevarse bien con un país que ha contribuido a hacer de tapón del integrismo islámico y que ha echado una valiosa mano para frenar el aluvión de inmigrantes irregulares. Nada de eso, por supuesto, nos ha salido gratis y, si no, que le pregunten a los tomateros por la periódica invasión de los mercados europeos por parte de los productores marroquíes. ¿Ven cómo no es tan difícil contarlo? A lo mejor quien lo hace se pone colorado, pero siempre será preferible ese rubor al de la vergüenza de asumir que Haidar se puede morir, como ella misma advirtió ayer. En ese contexto, ¿qué se puede hacer ante la burla sangrante del pasado viernes o ante la cerrazón exhibida ayer por parte de Marruecos? No se trata de invadir Perejil o de devolver a los miles de marroquíes instalados en España, pero mostrar orgullo y firmeza no está reñido con ser hábiles en diplomacia. Franceses y británicos llevan toda la vida haciéndolo y no parece que les haya ido muy mal. ¿O es que cuesta tanto llamar a capítulo al embajador marroquí? ¿O es que el ministro de Exteriores no puede darse un saltito a Lanzarote?

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