Disculpas a Aminatou Haidar

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Sábado, 21 de noviembre de 2009, a las 16:53:06

Opinión

Disculpas a Aminatou HaidarLa voz de Lanzarote

Por Domingo García

¡Vergüenza! Vergüenza, sí, con mayúsculas, es lo que siento, al leer tantos comentarios en los periódicos digitales sobre el caso de Aminatou Haidar, una activista de los derechos humanos en el Sahara. La impresión que dan es de un auténtico racismo y xenofobia. Solo les falta ir al aeropuerto y con palos, piedras y al grito de “muerte al moro” sacarla con los pies por delante.

¿Quién demonios nos hemos creído que somos, para juzgar a una persona, que lo único que quiere es volver a su casa con su familia? Aunque a algunos les cueste creerlo, esta señora, también tiene familia y una casa que atender y además ocupa su tiempo en la solidaridad, ¡sí en la solidaridad!, algo que a algunos les suena a chino. Una solidaridad real, ésa en la que cada día te juegas la vida, no ésa de boquilla que nombramos desde el salón de nuestras casas, sentado frente el televisor y con el plato bien lleno.

¿Cómo nos atrevemos a decir que se marche a su tierra, sin preguntarse por qué esta aquí y quién la obligo a estar dónde está, en contra de su voluntad? ¡Sí en contra de su voluntad! Parece que muchos no lo tienen claro, la han traído a la fuerza y a la fuerza la retienen.

¡Es sólo una mujer ! Sí una mujer, obligada por dos estados, España y Marruecos, a permanecer en un lugar que no ha escogido, que no desea, lejos de su familia y su tierra, simplemente por opinar diferente. Una mujer coraje, ese coraje que da la fe en la libertad, creer en lo que haces, sin pensar en consecuencias, por encima de todo, el derecho del ser humano a la libertad de pensar y opinar diferente, sin que a nadie moleste.

Todos, hasta Aminatou, tienen ese derecho, un derecho que defiende con su vida. Mientras algunos, solo ven una mora más, ella con su silencio, grita por aquellos que en el Sahara son silenciados por pedir justicia y libertad para su pueblo.

Aminatou, no solo es una mujer durmiendo en la calle, una calle de Lanzarote, es una señora que con su actitud nos recuerda que nadie está libre de padecer, en algún momento de nuestras vidas, una persecución injustificada de un sistema político-social, que solo piensa que todo lo que se sale del rebaño, lo mejor es pasarlo a degüello.

Nadie nos obliga a solidarizarnos con esta señora, pero tampoco tenemos el derecho a repudiarla, que cada cual de acuerdo a lo que crea, decida, pero nunca se juzgue por el único motivo de ser diferente, de fuera, por ser mora.

Aminatou esta en nuestra casa, en nuestra isla, podemos, simplemente decir ¡quién coño la mando venir! O pensar, ¿por qué está aquí? Tal vez, si fueramos capaces de discurrir estas diferencias, entenderíamos que la solidaridad no es simplemente una palabra para adornar los discursos, es mucho más que eso, es el ponerse en el lugar del otro, en este caso en el de Aminatou Haidar.

La mayoría de los comentaristas que escriben son esbirros a sueldo de la embajada marroquí, en estos días con la máxiva publicación de noticias sobre la situación de Aminetu, tienen que multiplicar sus esfuerzos.

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