José S. Mujica - Fuente: Canarias7

El conflicto del Sáhara Occidental experimentó ayer un avance sin precedentes, no sólo por el contenido de las conversaciones entre Marruecos y el Frente Polisario, sino por el tono posterior a la quinta ronda negociadora, celebrada en un recóndito paraje próximo a Viena.

Además, se han sucedido algunos hechos colaterales (llenos de sutileza, pero cargados de información) que indican, por vez primera en el mandato de Mohamed VI, que existe un pequeño síntoma de resolución del caso, anclado en la fatiga diplomática desde hace 34 años.

Lo más llamativo es que ambas partes se precipitaron a confirmar que habrá más reuniones, que no pasarán sino algunas semanas y que se verán de nuevo las caras en Nueva York, en septiembre.

El tono incluso del Frente es más entusiasta, sobre todo, porque han depositado su estrategia en el brazo del enviado especial de Naciones Unidas, que ha gando en pocos meses tanto o más espacio que James Baker, el único que ha estado a punto de convencer a los actores de la divergencia saharaui.

Marruecos, por contra, ha preferido el tono escéptico, pero aún anunciando que el referéndum es inviable, se percibe un aroma positivo que abunda en la máxima implantada por Barak Obama, que no es otra sino alcanzar una solución antes de dos años.

Conviene no hacerse ilusiones teniendo en cuenta cómo se las gasta Marruecos a la hora de fijar un calendario. El régimen alauita es un experto (posiblemente, el mejor del mundo) en aletargar las decisiones de la política exterior. Si no, que se lo digan a España, que esperó 73 años para administrar Sidi Ifni.

Pero Estados Unidos, Francia y Reino Unido quieren un Magreb sólido, cohesionado e integrado en una unidad económica, financiera y multicultural.

Temeroso de la contienda civil encubierta que sufre Argelia y de la inestabilidad sucesoria de Gadaffi en Libia (dos productores de petróleo y gas), Occidente ha priorizado la solución saharaui como una vía para alcanzar un acuerdo geoestratégico, que beneficie por igual al Sur de Europa y al Norte de África.

En su último discurso, Mohamed VI apeló a la sensibilidad de Argelia para contribuir al Magreb del futuro (las fronteras llevan cerradas 15 años) y, en un preludio de lo que iba a ocurrir, el monarca allanó el camino anunciando la descentralización administrativa del Sáhara.

Además, como garantía de continuidad en la negociación sin imposiciones ni condiciones previas, Rabat excluyó de la delegación a Jalihenna Uld Rachid, un histórico de las provincias del Sur, que jugó con Franco, Hassan II y el Frente Polisario, pero que, ahora, no ha podido con la astucia de Palacio a la hora de planificar los próximos 15 años de oportunidades que le esperan al Magreb y, en ese mapa, no cabe el filibusterismo de Rachid.