Sahara

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Martes, 13 de mayo de 2008, a las 20:11:44

Opinión

SaharaHoy escribo sobre una tierra olvidada por todos los gobiernos españoles –y subrayo lo de “todos”- que no por la inmensa mayoría de la gente. Una tierra en la que un pueblo sobrevive alimentando una esperanza. Se trata de un gran territorio, de gentes hospitalarias y amantes de la libertad: es el Sahara, traducción de la palabra tuareg de Tenere, que significa desierto. Allí se vive una gran tragedia humana y que, como andaluces, nos es muy cercana.
El inmenso territorio, delimitado como tantos otros africanos a regla y cartabón, fue hipócritamente “reclamado” por España en 1885 en virtud de algunos puntos costeros en los que recalaban barcos españoles, pero su ocupación efectiva no se realizó hasta el año 1934, cosa que desconocen gran parte de los españoles. El caso es que, para no extenderme, aquello terminó siendo una “provincia” española y sus gentes, obviamente, españoles. Tal circunstancia alimentó los sueños imperiales de la dictadura franquista y sus seguidores durante 40 años.

Circunstancias geopolíticas mundiales unidas a la incertidumbre de la llamada “transición” acaecida con la muerte del general Franco en 1975 hicieron que los diferentes gobiernos españoles no pasaran más allá de las meras palabras en defender a ese pueblo en los foros mundiales en su derecho a la independencia. Ya es conocida por todos la historia: Marruecos reclamó el territorio como propio para –de paso- distraer de tensiones sociales internas y justificar una monarquía cuasi-medieval.

El resultado fue una invasión en toda regla y una –llamémosle- salida precipitada de España. Gran parte del pueblo saharaui huyó y las fuerzas marroquíes ametrallaron y bombardearon a los muy presumibles díscolos nuevos súbditos de su Majestad. Cientos murieron en el camino del éxodo salvador, miles quedaron con heridas y secuelas. Durante semanas grupos aislados vagaron por el desierto camino de Argelia, único gobierno que le aseguró cobijo. Se calcula que sólo 1/3 de la población original quedó en su territorio pues tenían negocios y muchos niños pequeños o personas impedidas a quien cuidar. La inmensa mayoría se estableció en campamentos cercanos a su tierra a los que fueron dando los nombres de sus antiguas ciudades de procedencia en un intento de mantener un vínculo afectivo con la tierra perdida.

Hoy, la República Árabe Saharaui Democrática (RASD) está reconocida por nada menos que 46 países del mundo. El último en hacerlo, que yo sepa, fue Nicaragua en enero de 2007 y ha abandonado desde hace años la lucha armada en busca de un acuerdo pacífico que solucione este conflicto. Su origen es un acuerdo de la ONU entre el Frente Popular de Liberación de Seguía el Hamra y Río de Oro (Frente Polisario) y Marruecos. Desde 1992 existe allí una inútil Misión de las Naciones Unidas (MINURSO) que dice preparar un referéndum para “saber lo que opina ese pueblo”. Mientras, el gobierno marroquí ha ido repoblando el territorio con población marginal con el fin de aumentar el censo. Ha dividido el Sahara en cuatro provincias: Laâyoune, Boujdour, Smara y Oled Eddahab. Aquello es un territorio subsidiado en el que la gasolina, el aceite, el pan, etc.. valen casi la mitad que en Marruecos. Aquello es una inmensa trampa para el desarrollo marroquí pues el control del territorio cuesta una fortuna a nuestro empobrecido vecino. Aquello es –dije más arriba- una gran desgracia para miles de familias separadas y obligadas a callar bajo pena de prisión, tortura o muerte…

Tanto tiempo enquista odio entre poblaciones más o menos cercanas como son las que se extienden al sur del Atlas marroquí y las del Sahara, no en vano tradicionalmente “la puerta del Sahara” es Gouelmine, famoso por su mercado de camellos y su festival folclórico. Pero no es por ahí por donde pretendo continuar.

El Aiún (Laâyoune), el Sahara todo, es hoy un país ocupado, invadido, lleno de controles militares. La inmensa mayoría de los saharauis que se quedaron por motivos familiares tienen su corazón partido y muchos están marginados en barrios de chabolas, casas de latón, a las orillas del Atlántico. He llegado a conocer uno de ellos que la antigua fábrica de fosfatos Fos Bu-Cra (con gran porcentaje de capital español actual, sotto voce) contamina impunemente su litoral e impide la pesca litoral de la pobrísima población que allí reside y tiene el mar como única fuente de alimentación. A lo largo de aquella preciosa costa, hacia Bojador y Dajla y aún más al sur, pueden verse cientos de subsaharianos pescando para subsistir y durmiendo bajo precarios toldos en los que apenas cabe una persona y que forman campamentos sobre los acantilados. Son gentes que sueñan con pasar a Canarias como paso previo a Europa. Ellos forman también parte de la realidad sahariana y que los andaluces ignoran. Por aquella zona salían hasta hace poco las pateras llenas de marroquíes de Beni Mellal y aledaños. A todos: marroquíes, saharauis, senegaleses, guineanos, etc. siempre los he considerado víctimas de este hipócrita sistema que explota a los seres humanos y reduce a mero número a las personas. Porque si los saharauis u otros fueran millones, entonces la cosa cambiaría.

Este perverso sistema que olvida durante tantos años a todo un pueblo pudre el corazón de gente pacífica. Hace poco a un conocido mío, saharaui, hombre con estudios y bastante equilibrado, le escribí sobre la miseria y explotación de los inmigrantes en nuestra tierra, cosa que vivo de cerca a través mis clases.

Me respondió que “Desgraciadamente aquí se vé la otra cara de la moneda: en estas tierras el marroquí es prepotente, déspota, con complejo de superioridad, agresivo, cruel. Y sin embargo, cuando cruza el Estrecho se vuelve “víctima”, pobrecito, indefenso. Los saharauis estamos hartos de ver la misma obra de teatro que, por cierto, está muy bien conseguida. Ojalá en estas tierras del Sahara el pobre marroquí fuese al contrario, la víctima, el explotado, etc, etc. pero no es así. Así que los saharauis tenemos que aguantar sus abusos, sus cárceles, desapariciones… y luego el resto del mundo te dice que eso es solo su régimen, que el pueblo no tiene la culpa.. Hasta que ví cuando el pueblo se levantó en apoyo de la policía y ejército marroquí para reprimir una manifestación pacífica que solo pedía sus derechos más fundamentales. Y nunca se me olvidará la imagen de ver marroquíes junto con sus polícias golpeando a Lembarki (un joven saharaui de 19 años) hasta la muerte. Y luego, esos mismos indivíduos en España trabajando y tratándoles los españoles de “pobres víctimas”. Con esto te diré –termina su escrito- que con el odio se ciega uno y lo que tú ves en el pueblo vecino (los marroquíes) nosotros desgraciadamente no lo podemos ver. Un saludo desde el Sahara.”

Le respondí que, como andaluz, como maestro, tambien tengo el corazón partido. Pero que llevo al Sahara y sus gentes en el corazón.

de Paco Córdoba

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