Interesante respuesta al artículo publicado por el País a Bernab&e

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Miércoles, 06 de septiembre de 2006, a las 16:07:20

Opinión

Interesante respuesta al artículo publicado por el País a Bernab&eBernabé López y la solución autonómica
Por Lih Beiruk

El profesor Bernabé López se obstina en seguir insinuando a los saharauis las supuestas benevolencias de una concreta solución autonómica, propuesta a la que se refieren las autoridades marroquíes como "honorable para nosotros y vosotros".
En ningún momento se le debe negar a nuestro ilustre profesor un conocimiento, casi al dedillo, y no es una tarea banal, de las realidades del Majzén y su inextricable funcionamiento. Es un asiduo del país magrebí, y como tal puede perfectamente hacer suya la afirmación de un célebre político latinoamericano del siglo XIX, que dijo, efiriéndose al imperio americano: "He vivido en el monstruo y conozco sus entrañas".
 La naturaleza medieval y represiva del régimen marroquí, su majzeniana concepción del poder, aderezada con la doctrina jacobina instaurada en el reino desde la época del mariscal Lyautey, y su destreza en crear las apariencias de un Estado homologable con los cánones del mundo moderno no pueden ser ignoradas por un habitual del serrallo marroquí. Sin embargo, en el momento en que ese mismo Marruecos –acosado por la comunidad internacional para que ponga término a un conflicto de descolonización y por el auge de una intifada que cada día gana mayores adeptos, y fracasada su política de anexión por la fuerza de unos territorios invadidos y posteriormente ocupados en flagrante violación de una de los principios básicos del derecho internacional, el de los pueblos a la libre determinación [y esto no lo dice el movimiento solidario, sino la propia carta de las Naciones Unidas, resolución 1514 (diciembre de 1960)]–, en un empeño por seguir mofándose de la comunidad internacional, propone una solución que pretende autonómica, el señor Bernabé hace abstracción de toda esta realidad marroquí que tan bien conoce, renuncia a todos sus conocimientos como hombre occidental y académico y se erige en defensor de una ¡autonomía dentro de Marruecos!
 
 Es preciso acaso recordarle al profesor que un régimen autonómico, en la acepción internacional del término, es el resultado de un largo y laborioso proceso histórico que han conocido las sociedades occidentales como producto de una evolución natural de los estados y sus regiones, y que no puede concebirse sin tener en cuenta factores insoslayables como, por ejemplo, un elevado nivel de democratización, la tradición histórica, la cultura política de la sociedad; y, lo que es más importante, que la autonomía se aplica a una región perteneciente histórica y políticamente al Estado en cuestión... ¿O es que pretende que un dahir cherifiano puede hacer de varita mágica y sustraerse de toda esta realidad?
 
 El afán que rezuma de sus escritos cuando aborda el conflicto del Sáhara Occidental y las hipotéticas propuestas de solución al mismo denotan, sobre todo para los que seguimos de cerca la evolución del conflicto y lo que sobre el mismo escribe Bernabé, un tropismo, sutil quizás pero no por ello menos evidente, por las tesis en boga y en boca de los turiferarios del Majzén. Esta posición suele ir arropada con referencias que aluden a una supuesta responsabilidad que se pretende compartida por los dos principales actores del conflicto saharaui, esto es, Marruecos y el Frente Polisario, o cimenta su argumentación sobre la base de una amalgama intelectual en la que los saharauis, agredidos y despojados de sus territorios, se sitúan por igual a Marruecos, país agresor y responsable, un día sí y otro también, de violaciones de los Derechos Humanos de la población saharaui en los territorios ocupados.
 
 El conflicto saharaui, como acertadamente señaló Luali Mustafá, surge "después de una colonización de rebajas" (Le Monde, 14/15-XII-1975). "España ha llevado a cabo una descolonización deshonrosa que se ha visto interrumpida por una invasión militar en contra del ordenamiento jurídico internacional vigente. Por ello, de lo que se trata es de restaurar la justicia, es decir: dar a los saharauis lo que es de los saharauis".
 
 El recurso de pretender asimilar el versátil lenguaje político marroquí, que cambia con cada nueva coyuntura, a las legítimas reivindicaciones del movimiento solidario que defiende un principio del derecho internacional reconocido por toda la comunidad internacional, en la primera premisa del "razonamiento" del señor Bernabé, no puede estar exento de la intencionalidad de hacer abstracción de las raíces del conflicto, que el autor pretende despachar diciendo: "Por oportunismo y errores políticos de los gobernantes del final del franquismo, la descolonización del Sahara derivó hacia una ocupación del Territorio". La referencia que hace a la situación actual que atraviesa Timor Oriental no está exenta del propósito de arrimar el ascua a la sardina marroquí.
 
 Si bien es cierto, como señala un eminente periodista francés, que la fascinación que ejerce el reino marroquí sobre muchos de sus asiduos visitantes suele nublar las capacidades de discernimiento político de muchos de ellos, el señor Bernabé siempre ha sabido conjurar estos hechizos, y no sería de justicia no reconocerle una visión aguda y una lucidez indiscutible cuando se refiere en sus escritos a la imperiosa necesidad de que en Marruecos se lleven a cabo transformaciones políticas, sociales y económicas, a la necesaria democratización, no de fachada, como se ha hecho habitual, de las macilentas y arcaicas instituciones del Estado, a más márgenes para la libertad de expresión, a mayores espacios de participación de la sociedad civil, a un mayor respeto de los Derechos Humanos y de las libertades fundamentales. Sin embargo, esta serenidad y objetividad en el juicio se obnubila en el profesor cuando aborda el conflicto del Sáhara Occidental y la búsqueda de una solución al mismo.
 
 No es fortuito que haya una coincidencia en la intención marroquí de proponer una solución autonómica como "única viable" y las elucubraciones del profesor Bernabé en su trabajo publicado por El País el pasado 17 de junio, donde pretende haber hurgado en el supuesto acta verbal de la reunión habida en septiembre de 1996 entre el entonces príncipe heredero marroquí y una delegación saharaui. De ese acta el profesor extrae unos propósitos, atribuidos a Bachir Mustafa Sayed, de aceptación de una solución autonómica.
 
 Primero, y aquí flaquea la lucidez de nuestro amigo, Bernabé da fe a los contenidos de un acta verbal suministrado por los marroquíes. Si bien es cierto que éste fue publicado por un órgano de prensa poco ortodoxo con las tesis oficialistas (Le Journal Hebdo), debe saber que todo proceso verbal de una negociación, para que sea tal, debe estar debidamente firmado por las dos delegaciones negociantes. Para la delegación saharaui no hay constancia de que esto haya sido así. Si se trata de un texto de trabajo de la delegación marroquí, conociendo los arraigados hábitos del Mazjén, se impone al profesor un margen de cautela, antes de dar por hecha semejante afirmación.
 
 Pero, aun haciendo abstracción de estos hechos, es evidente que el profesor ha hecho un lectura selectiva del citado acta verbal, pues cuando Basri insiste en que "el príncipe heredero habla de regionalización, [y] usted [en referencia a Bachir] habla de autonomía", Bachir responde de manera palmaria: "No, nosotros hablamos de independencia, pero facilitadnos vuestras proposiciones sobre la autonomía, la regionalización es una regresión, ¿es que para vosotros [los marroquíes] la regionalización es la autonomía?".
 
 Más adelante, si aún le caben dudas a nuestro amigo, Bachir habla de "el Sáhara Occidental independiente, con relaciones específicas, de buena vecindad, y de confianza mutua", para añadir: "Si me lo permiten, acepten la oferta de una solución durable y justa, y dejamos para otras ocasiones el cómo durable y cómo justa. Lo que Driss Basri llama mito [la independencia], acéptenlo y cederemos en el resto". Y por fin concluye Bachir, en referencia a su interés por obtener mayores detalles sobre la autonomía que los marroquíes puedan ofrecer: "Esto no refleja nuestra posición. Yo he hecho estas preguntas para poder tener una referencia sobre la posición marroquí".
 
 Sin embargo, no debiera olvidar nuestro ilustre académico la justa lucha de los saharauis por defender sus derechos y su resistencia a una ocupación que ha generado un drama de enormes dimensiones, que deben disuadir a toda persona que se pretenda bien intencionada de prestar sus servicios a una empresa colonial que ha sembrado la muerte y la desolación, por no hablar de la inestabilidad endémica en que el conflicto ha sumido a toda la región del noroeste africano.
 
 Sin la asistencia de plumíferos y otras conexiones en el exterior, Marruecos no seguiría siendo lo que es: un régimen medieval, represivo, liberticida que sobrevive únicamente gracias al empeño de Francia, cuyo incondicional apoyo a la monarquía alauita nunca ha flaqueado porque mantiene unas relaciones casi de promiscuidad en las que se mezclan los intereses de una clase política ebria del fasto con que hábilmente la monarquía agasaja a sus huéspedes y un patético, obsesivo y permanente propósito revanchista contra Argelia, convertida en némesis de la mayor parte de la clase política gala.
 
 Pues, como bien constata un atento observador de la escena política del reino, esa clase política que hoy tiene entusiastas y neófitos émulos en la Piel de Toro no repara en los excesos a la hora de corresponder a la liberalidad del monarca.
 
 ¿Cómo sorprenderse de que Hassán II haya gozado en el exterior, en especial en Francia, de toda una cohorte de aduladores, tanto caballeros como escuderos, siempre dispuestos a intervenir para sacar brillo a la imagen de Marruecos o cantar las alabanzas del rey ? Quienes a finales de los años 80 no vieron a Maurice Duverger, a Antoine Pinay, a Jacques Chaban Delmas y a tantos otros alabar hasta la desmesura en la televisión publica marroquí los méritos privados y públicos del monarca "se han perdido un monumento a la bufonería" (Thierry Oberle, Le Figaro, 23-V-2006).
 
 En todo caso, quienes prestan sus servicios sin escrúpulos para mantener en perfusión la existencia de un régimen despótico y autoritario deben saber que todo intento por edulcorar las iniciativas de Majzén es un esfuerzo que, además de vano, sólo conseguirá, en el mejor de los casos, el poco glorioso papel de prolongar las angustias de los pueblos marroquí y saharaui y seguir alimentando el germen de la inestabilidad en toda la región. Y con un agravante adicional: ni siquiera tendrá el mérito de la originalidad de los propósitos.
 
 A ese indefectible apoyo francés se suma, con un ímpetu inigualable, el actual Ejecutivo español, que, se diría, piadoso deseo, pretende disputar a los franceses la preeminencia en las relaciones con la monarquía. En este propósito, el actual Gobierno español dispone de una legión de personalidades políticas y académicas que se entregan con devoción a encomiar las " bonanzas" del reinado de Mohamed VI, sirviéndose, como único argumento, de pequeños retoques cosméticos para consumo exterior que no tienen ninguna incidencia real sobre el funcionamiento de un régimen cuya naturaleza sigue siendo sustancialmente la misma. En un periódico habitualmente indulgente con el reino como Le Figaro, el periodista y gran reportero Thierry Oberle hace esta constatación sobre la realidad del poder en el Marruecos de hoy:
 
 Desde hace siete años, jamás se ha propuesto cuestionar la distribución del poder, que sigue estando concentrado en la mano de un solo hombre, designado por Dios. Descendiente, según la tradición alauita, del Profeta, Mohamed VI acumula las funciones. Persona inviolable y sagrada, es a la vez Amir el Muminin [Comendador de los Creyentes] y guía político, es actor y árbitro, mediador y último recurso. Finalmente, es, gracias a su inmensa fortuna, el patrón del país, en el sentido económico del término.
 
 Dinero, poder, religión: Mohamed VI se inscribe en la tradición familiar. Formado por Hassán II, retoma, con su estilo, las recetas de su padre, adaptándolas a la época.

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