Una de cartas

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Sábado, 05 de enero de 2008, a las 10:31:36

Opinión

Una de cartasMarcos Rober

Resulta verdaderamente desconcertante la última iniciativa del Gobierno socialista hacia Marruecos, en este caso relativa al envío de una misiva al rey alauita para enternecer su corazón y permitir la vuelta del embajador marroquí a España. Desconcertantes son no sólo las acciones del Gobierno español, sino también los análisis que de ellos se están haciendo en la prensa diaria. Junto a ello, habría que añadir las declaraciones poco afortunadas de un ministro de exteriores que pasará a la historia por haber desplegado con maestría el arte de la estulticia en su máxima expresión.
De esta fugaz visita es posible hacer un análisis algo riguroso sobre algunas cuestiones que merecen ser consideradas, simplemente para poder visualizar el marco en el que se desenvuelven las relaciones entre ambos Estados. Lo primero que llama la atención es el hecho de que se haya escrito una carta cuyo contenido la opinión pública desconoce por completo. No ha habido ninguna publicidad de la misma y por tanto carece de sentido informar sobre la misma, es como informar de la nada. Lo segundo es que se cuenta que la visita, no la carta, tiene como objetivo restablecer las maltrechas relaciones hispano-marroquíes a través de la vuelta del embajador marroquí a España. Se habla de normalizar cuando esto, para cualquier analista es algo simplemente imposible por la sencilla razón de que las relaciones entre ambos países nunca se han desarrollado dentro de la normalidad. Por otro lado se menciona de forma reiterada la crisis que se habría producido con motivo de la llegada de los reyes de España a Melilla y Ceuta. Un nuevo error pues la crisis la generó Marruecos al no aceptar la visita real a estas ciudades y no España, Estado soberano que puede enviar sus reyes ahí donde le plazca dentro de los límites territoriales del país. En cuanto al relanzamiento de las relaciones bilaterales esta opción no es del todo realista en la medida en que dichas relaciones se basan no en una posición de igualdad en el tratamiento de determinadas cuestiones sino en una ciega aceptación por parte española de unas pretensiones inasumibles para cualquier Estado mínimamente decente ¿Cómo se pretende fortalecer la relación bilateral? Creíamos, ingenuos los españoles, que ya lo había conseguido el Gobierno socialista, mediante la cesión permanente ante las reclamaciones marroquíes, entre ellas la aceptación de la ocupación del Sahara Occidental por el reino alauita, contraviniendo la legalidad internacional por cierto. La estupidez del Gobierno español sólo tiene parangón al otro lado del estrecho donde se afirma que España no debería herir los sentimientos de los marroquíes con decisiones como la visita real tan comentada. Francamente, pregunten a los españoles lo que piensan de los sentimientos de la ciudadanía marroquí, por cierto desconocidos; posiblemente le manden a tomar viento fresco. Miren, los sentimientos si existen son compartidos pero lo importante en este asuntos es el hecho de que la política exterior no es algo que dependa de cuestiones afectivas. Son políticas públicas que requieren de racionalidad, objetividad y lógica para llevarlas a cabo. En definitiva, requieren objetivos y estos pasan por la defensa de los intereses de la nación. Aquí reside el meollo de la cuestión pues los intereses de ambos Estados son divergentes casi al cien por cien. En cualquier caso, ello no debe ser óbice para defenderlos o ¿acaso habría que renunciar a ellos para no herir sentimientos? Vamos hombre; como dice mi abuelo, váyanse a paseo y si es por la sombra mejor.

Fuente: Melilla Hoy

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