Por José Díaz Satorre “Sato”, diciembre 2010

Pasar de página es una labor sencilla, que no necesita de un gran esfuerzo, e incluso, a veces, una función mecánica que se mueve más por la desidia que por la inteligencia del ser humano. Sin embargo, es necio hacerlo si no se ha asimilado todavía el texto que se acaba de leer… ¿Cuál es el destino de los personajes de una novela si sus lectores no han comprendido lo que les ha sucedido? ¿Tiene sentido que estos sigan leyendo y descifrando sus vidas? ¿No quedarán vacías de su inmediato pasado, si la causa de lo que les ocurra, no ha sido comprendida y únicamente se ha pasado de página? Algo similar ocurre si nos alejamos de la ficción y nos enfrentamos a la realidad ¿Puede una persona considerarse madura, si no es porque ha aprendido en el viaje y ha superado los obstáculos con los que se ha ido encontrando?

Muy parecido es el día a día de la actualidad. Ejemplos de esto hay mil. Pero, centrémonos en cómo se ha resuelto la situación del desmantelamiento del Campamento de la Dignidad de El Aaiún:

En él quedó patente la responsabilidad que tiene el Gobierno español con el pueblo saharaui. Una responsabilidad que va más allá de la historia o la moral, pues es una responsabilidad legal, ya que España sigue siendo la potencia administradora del Sáhara Occidental. Si bien es cierto que nuestro país pretendió librarse de esta responsabilidad en los Acuerdos de Madrid de 1975, cuando intentó dejar de lado la administración del territorio en manos de Marruecos y Mauritania, también lo es que Naciones Unidas no dio por válido el tratado, por lo que legalmente España debe seguir ostentando la administración del territorio hasta que se celebre el referéndum de autodeterminación, un derecho del pueblo saharaui.

Por lo tanto, aunque de facto Marruecos lleve a cabo una administración del Sáhara Occidental, lo hace desde una condición de potencia ocupante, es decir, por la fuerza, sin ninguna base en la legalidad internacional. Y por cierto, sin tener en cuenta los Derechos Humanos.

Ante esta situación incómoda, el Gobierno de España ha decidido pasar de página. Sin embargo, eso no es una solución coherente, puesto que el paso al futuro de una manera rápida, sin fundamentos y sin asumir las responsabilidades es como comenzar la construcción de una casa por el tejado.

Un ejemplo de cómo hacer las cosas bien, en una situación muy parecida a esta, es decir, la consecución de un proceso de descolonización, lo podemos encontrar en cómo gestionó nuestro vecino Portugal la descolonización de Timor Oriental. Este país fue colonia portuguesa hasta el año 1975, curiosa similitud con el Sáhara respecto a España, cuando fue invadido por Indonesia justo cuando los timorenses lograron su independencia de la metrópoli. La invasión no fue aceptada por la legalidad internacional, es decir por las Naciones Unidas. Los deseos de independencia de los timorenses hicieron que Portugal tuviera que asumir su responsabilidad como ex administradora del territorio y negociara con Indonesia una salida al conflicto, un referéndum. Timor Oriental se constituyó como país independiente oficialmente en el año 2002.

Por ello, a pesar del empeño de la actual ministra de Asuntos Exteriores y Cooperación, Trinidad Jiménez, de que España no tenga ninguna responsabilidad administradora con el Sáhara, no se puede pasar de página.

La responsabilidad no es algo que se elige. No se puede escoger entre tener la responsabilidad sobre algo o no tenerla, mientras que sí se puede decidir entre ser responsable o irresponsable, es decir, asumir las propias responsabilidades o no hacerlo.

Si el Gobierno ha decidido pasar de página ante una situación que se estaba convirtiendo en un grave problema, debe retroceder en esta elección. De lo contrario, en un futuro tendrá que volver atrás las páginas adelantadas, para poder comprender la historia y asumir sus responsabilidades con la comunidad internacional: administrar el Sáhara Occidental en su proceso de descolonización mediante un referéndum de autodeterminación, tal y como reconoce Naciones Unidas.

Un problema que no se ha solucionado puede ser olvidado temporalmente, pero no eternamente, de hecho en el futuro suele aparecer con más fuerza.