La Moncloa atonta, pero siempre hay alguien despierto. La "visita real" ha sido una operación perfecta: José Luis Rodríguez Zapatero hace creíble su papel de "defensor de la integridad de España", decidido desde que ETA le dio calabazas. El Rey remonta de golpe el deterioro que su imagen sufrió en los últimos meses. Se eclipsa, de paso, el episodio de Perejil, con el que el Gobierno Aznar marcó nuevas reglas de juego sin plegarse al autoritarismo alauita. Y ni el mayor adversario de Zapatero puede dejar de aplaudir que nuestro monarca visite por fin dos ciudades cuyos habitantes, por residir en España, son aún libres. Impecable.
Pero
Zapatero no arriesgaba. Acordó la función: a cuatro meses de las elecciones, una desmedida reacción marroquí sin respuesta digna habría
puesto en
peligro su nueva imagen. Asistimos a una representación de intensidad pactada, pese a que el régimen alauita no module al
detalle la voz de cada diputado o manifestante convocado.
La contumaz reivindicación de las dos ciudades españolas no es baladí, pero sí secundaria: el verdadero
interés estratégico de Marruecos es
asegurar la explotación del Sahara Occidental y sus aguas territoriales. España, potencia colonial, fue
esencial para malograr los planes internacionales de liberación del Sahara. La obra de teatro de estos días permitirá a
Zapatero, libre al fin de una impopular imagen de sumisión a Marruecos, colaborar sin tapujos en la definitiva disolución del
pueblo saharaui. Ése es el pacto. Salvo los saharauis, todos ganan.
La designación de
Miguel Ángel Moratinos como Ministro de Exteriores perseguía ya ese fin. No porque sea más inteligente de lo que creemos: es lo que aparenta. Pero sigue una
trayectoria coherente, con datos que, por conocidos, no dejan de inquietar.
La desactivación del Plan Baker fue posible gracias a los gobiernos socialistas desde
Felipe González. Y es conocido el escandaloso
incidente de junio de 1990: un "topo" del Ministerio de Asuntos Exteriores filtró a Marruecos datos confidenciales sobre el
Frente Polisario. El director general de África se llamaba
Jorge Dezcallar. El subdirector del Área del Magreb era
Miguel Ángel Moratinos.
Solo un grave episodio de fuerza –¿la toma de Perejil sin respuesta española?– me convencería de que me equivoco. La visita estaba pactada. Las vías para hacerlo son conocidas. No haría falta ni implicar en ello al "tío" del Rey
Mohamed. La complicidad con Marruecos es suficiente. Y, si no bastara, siempre ayudarían las relaciones de ese político socialista con tan rentables relaciones en el Magreb.
Fuente: El Semanal Digital