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Noticias: El rey de Marruecos aprovecha las recientes elecciones para consolidar su poder

Enviado el Lunes, 24 de septiembre de 2007, a las 00:15:54
Tema: Marruecos - Enviado por prada
MarruecosLa oposición al régimen monárquico destaca que los comicios no han abierto camino hacia el Estado de Derecho.

Las segundas elecciones generales del reinado de Mohamed VI, celebradas el pasado 7 de septiembre, no han aportado variación alguna al panorama sociopolítico de Marruecos. Así lo estiman numerosos analistas que creen que la consulta electoral parecen una mera maniobra de la monarquía casi absoluta para mantenerse en el poder y ofrecer a Occidente una falsa imagen de democracia.
Tras la muerte de Hassan II y la llegada al trono de su hijo mayor en julio de 1999, muchos observadores políticos marroquíes pronosticaron un paso significativo hacia el Estado de derecho y la democracia representativa. Las primeras decisiones de Mohamed VI parecieron en esa dirección: liberación de presos políticos, vuelta de exiliados, viaje del monarca al norteño Rif, mayor apertura informativa y promesas de mejoras sociales. Ocho años después, a pesar de algunos avances en el ámbito de los derechos humanos y las libertades públicas, Marruecos no se ha transformado en un país plenamente democrático.

Incluso parece Mohamed VI haber decidido una vuelta a los orígenes al nombrar como primer ministro al líder del Partido del Istiqlal (PI), Abbas el Fassi, un político de la vieja escuela, conservador e inmovilista, servil con el poder, que representa el pasado y no goza de popularidad. Para el semanario "Tel Quel", dirigido por Ahmed Benchemsi, el nuevo primer ministro "representa lo peor de la política marroquí, aquello que rechazan los marroquíes que no votaron o los que lo hicieron en blanco".

Mientras, el monarca controla el Poder Legislativo, tiene en sus manos cuatros ministerios clave, manda por decreto ("dahir") y elige al primer ministro al margen de la opinión de los partidos. Por eso, la indiferencia, la desmovilización y la desconfianza marcaron la campaña electoral y sólo un 37 por ciento de los electores acudió a las urnas; el 20 por ciento de los votos fueron nulos o en blanco. La abstención ha sido la verdadera ganadora de los comicios legislativos. En palabras del director del semanario "Le Journal Hebdomadaire", Ali Amar, "ganó el partido del silencio".

Según diversos analistas, Marruecos registró dos tipos de abstención. Una, pasiva, estimada en unos 8 millones de electores que no quisieron inscribirse en el censo o lo hicieron pero no fueron a retirar sus tarjetas electorales. La segunda, la de los partidarios del boicot activo a los comicios, difícil de cuantificar, que fue alentado por grupos cívicos y de izquierda radical, organizaciones islamistas como Justicia y Caridad -tolerada, pero no legal- y movimientos bereberes.
Intervención real

Todos los sondeos daban la victoria al Partido de la Justicia y el Desarrollo (PJD), una formación islamista cercana al poder y en gran medida controlada por la Corona, aunque en su seno coexistan, junto a sectores moderados, corrientes más radicales y partidarias de la ortodoxia. Al final, resultó ganador el histórico Partido del Istiqlal (PI). Todo indica que el régimen marroquí maniobró para favorecer a los nacionalistas conservadores, quizá porque considere que el PI es en la actualidad el mejor garante de los intereses del "establishment".

Algunos dirigentes del PI reconocieron en privado que el poder les dio "un empujoncito" para ganar las elecciones. Pero el PJD fue mucho más lejos y denunció la manipulación de los comicios y la compra de votos, una práctica muy extendida en Marruecos . Diversas organizaciones no gubernamentales marroquíes y extranjeras y algunos grupos de la izquierda radical han secundado la acusación de los islamistas moderados.

Detrás del PI y del PJD se situaron el Movimiento Popular, formación conservadora implantada en las zonas rurales de mayoría berberófona; la Reagrupación Nacional de Independientes (RNI), un partido de notables creado por el Ministerio del Interior en la época de Hassan II; la histórica Unión Socialista de Fuerzas Populares (USFP), que se ha desgastado tras años de colaborar con el absolutismo monárquico a cambio de prebendas y poder, y el Partido por el Progreso y el Socialismo (PPS), un grupo que en el pasado abrazó el comunismo de tipo soviético y en la actualidad defiende sin pestañear el orden dominante. Todos ellos tendrán representación en el gobierno que forme Abbas el Fassi.

Complicado futuro

Así las cosas, Marruecos pierde la segunda oportunidad de dar pasos hacia el cambio político que demandan los sectores sociales más democráticos. La transición del autoritarismo con oropeles parlamentarios al Estado de derecho no se ha iniciado. En opinión de la oposición al régimen, sólo se ha llevado a cabo una apertura política que, para transformarse en transición democrática, necesita de una reforma de la Constitución que quite poderes al rey y los entregue a los representantes del pueblo.

Complicado requisito. El rey tiene en sus manos lo fundamental del poder político, religioso y económico, los partidos juegan un papel testimonial, el Parlamento no se ha convertido en una verdadera cámara de representación y la represión golpea a periodistas críticos y militantes pro derechos humanos, mientras las cárceles se llenan de islamistas acusados de terrorismo que han sido torturados y se enfrentan a juicios sin garantías legales serias.

Además, el país ha perdido importancia estratégica para Estados Unidos y Europa, el conflicto del Sáhara occidental sigue sin resolverse, el terrorismo "salafista" golpea con dureza y la situación socioeconómica no ha mejorado. Millones de marroquíes viven en la pobreza, el analfabetismo afecta a la mitad de la población, las injusticias sociales son escandalosas, la corrupción no ha disminuido, según Transparency International, y la mayoría de los jóvenes sólo tiene una alternativa para sobrevivir: la emigración.

Fuente: Heraldo.es

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