No acierta el Rey en esto de los viajes ni en las fechas.
Por Javier Perote
Empiezo este escrito sin poder evitar una gran sensación de tristeza y vergüenza; el Rey va a viajar a Marruecos. Ya lo anunciaron para el mes de marzo pasado. Entonces escribí una especie de carta abierta para pedirle que no lo hiciera. Acababan de pronunciarse las brutales sentencias por los sucesos ocurridos durante el desmantelamiento del campamento de Gdeim Izik, y su viaje en ese momento era como una burla a las familias de los presos y a las de los miles de saharauis que sufren constantemente la represión de ese régimen.
Tampoco cuando se fue a Bostwana a
cazar elefantes estuvo bien elegido el momento en plena crisis social y económica
del país. La prueba es que se vio obligado a pedir excusas. Ni la imagen de
aquel hermoso animal espachurrado como un higo, porque una pandilla de
bonvivant fueron a divertirse unos días, habla bien de la sensibilidad de
nuestro Rey, ni cuando le pegó dos tiros al osito Mitrofan; aunque fuera un
borracho.
No acierta el Rey en esto de los viajes ni en las fechas. Además cabe preguntarse: ¿por qué tanto viaje a Marruecos? ¿Será porque allí la poca libertad de prensa le garantiza impunidad en sus correrías y le pone a salvo de preguntas indiscretas?
Juan Carlos empezó mal su reinado cediendo al chantaje que supuso la Marcha Verde; veremos cómo termina. De aquella experiencia Marruecos sacó conclusiones y desde entonces no ha parado.
Desde hace treinta años empezaron las familias españolas a acoger niños saharauis por diversos motivos; enfermedad u otros. En todos esos años, el Rey no se ha dignado mencionarlos ni una sola vez aunque solo fuera para desearles una feliz estancia. Tampoco lo ha hecho nunca en estos veintisiete años que hace que vienen en la operación “Vacaciones en Paz”. Nunca ha tenido un pensamiento para ellos, nunca les ha tenido presentes ni aún tratándose de los hijos o nietos de aquellos que un día fueron ciudadanos españoles y a los que prometió defender sus legítimos derechos.
La operación “Vacaciones en Paz” es la mejor muestra de la voluntad de dos pueblos de entenderse por encima de políticas en contrario y de prejuicios, muchas veces alentados artificialmente por el poder. No hay en el mundo una operación como esta en que miles de familias musulmanas envíen a sus hijos a pasar unas vacaciones entre familias cristianas. Creo que puede ser un modelo de convivencia a mostrar por todo el mundo, pero por razones que no entiendo esta magnífica operación cristiano/musulmana pasa casi desapercibida. Son cinco mil (otros años han venido hasta diez mil) pequeños embajadores de buena voluntad que un día cuando sean mayores recordarán con afecto su estancia entre nosotros. Algunos de los que vinieron en las primeras expediciones, tienen más de treinta años, y bastantes de ellos ya ocupan puestos de importancia en la administración saharaui. Muchos de ellos hablan con fluidez el español. Pero no lo aprendieron en España; fue Cuba la que acogió a miles de ellos y, a pesar de sus carencias, durante bastantes años, puso en marcha una formidable operación de ayuda al pueblo saharaui cuando estaban casi olvidados por todo el mundo.
No acierta el Rey en esto de los viajes ni en las fechas.
Por Javier Perote
Empiezo este escrito sin poder evitar una gran sensación de tristeza y vergüenza; el Rey va a viajar a Marruecos. Ya lo anunciaron para el mes de marzo pasado. Entonces escribí una especie de carta abierta para pedirle que no lo hiciera. Acababan de pronunciarse las brutales sentencias por los sucesos ocurridos durante el desmantelamiento del campamento de Gdeim Izik, y su viaje en ese momento era como una burla a las familias de los presos y a las de los miles de saharauis que sufren constantemente la represión de ese régimen.
Tampoco cuando se fue a Bostwana a
cazar elefantes estuvo bien elegido el momento en plena crisis social y económica
del país. La prueba es que se vio obligado a pedir excusas. Ni la imagen de
aquel hermoso animal espachurrado como un higo, porque una pandilla de
bonvivant fueron a divertirse unos días, habla bien de la sensibilidad de
nuestro Rey, ni cuando le pegó dos tiros al osito Mitrofan; aunque fuera un
borracho.
No acierta el Rey en esto de los viajes ni en las fechas. Además cabe preguntarse: ¿por qué tanto viaje a Marruecos? ¿Será porque allí la poca libertad de prensa le garantiza impunidad en sus correrías y le pone a salvo de preguntas indiscretas?
Juan Carlos empezó mal su reinado cediendo al chantaje que supuso la Marcha Verde; veremos cómo termina. De aquella experiencia Marruecos sacó conclusiones y desde entonces no ha parado.
Desde hace treinta años empezaron las familias españolas a acoger niños saharauis por diversos motivos; enfermedad u otros. En todos esos años, el Rey no se ha dignado mencionarlos ni una sola vez aunque solo fuera para desearles una feliz estancia. Tampoco lo ha hecho nunca en estos veintisiete años que hace que vienen en la operación “Vacaciones en Paz”. Nunca ha tenido un pensamiento para ellos, nunca les ha tenido presentes ni aún tratándose de los hijos o nietos de aquellos que un día fueron ciudadanos españoles y a los que prometió defender sus legítimos derechos.
La operación “Vacaciones en Paz” es la mejor muestra de la voluntad de dos pueblos de entenderse por encima de políticas en contrario y de prejuicios, muchas veces alentados artificialmente por el poder. No hay en el mundo una operación como esta en que miles de familias musulmanas envíen a sus hijos a pasar unas vacaciones entre familias cristianas. Creo que puede ser un modelo de convivencia a mostrar por todo el mundo, pero por razones que no entiendo esta magnífica operación cristiano/musulmana pasa casi desapercibida. Son cinco mil (otros años han venido hasta diez mil) pequeños embajadores de buena voluntad que un día cuando sean mayores recordarán con afecto su estancia entre nosotros. Algunos de los que vinieron en las primeras expediciones, tienen más de treinta años, y bastantes de ellos ya ocupan puestos de importancia en la administración saharaui. Muchos de ellos hablan con fluidez el español. Pero no lo aprendieron en España; fue Cuba la que acogió a miles de ellos y, a pesar de sus carencias, durante bastantes años, puso en marcha una formidable operación de ayuda al pueblo saharaui cuando estaban casi olvidados por todo el mundo.
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