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Noticias: Los nómadas del Sáhara español

Enviado el Lunes, 03 de diciembre de 2012, a las 10:22:41
Tema: Cultura - Enviado por prada
Uno de los paneles con fotos expuestas en el Palacio Militar.
Uno de los paneles con fotos expuestas en el Palacio Militar.
CulturaLa bandera española ya no ondea sobre las dunas de la provincia africana, pero aún lo hace en los corazones de los que fueron miembros de las tropas nómadas del desierto. Todavía recuerdan sus patrullas en aquellas arenas.

Los antiguos miembros de las tropas nómadas, destacadas hasta 1975 en el Sahara, pudieron pasar esta semana por una exposición que les recordó los años en los que vivían y vigilaban el desierto.

 La mayoría de los antiguos miembros de las Tropas Nómadas reconocen aún hoy en día la llamada del desierto del Sahara. Su poder evocador les hace sumergirse en un mutismo ausente en el que recorren sus pensamientos y se enredan en imágenes de cuando patrullaban por los territorios que conformaban la colonia del llamado Sahara español, hoy conocido como Sahara Occidental.

Su labor, como tropas destacadas en aquellos vastos territorios de más de 300.000 kilómetros cuadrados, terminaron a finales de 1975 cuando debieron abandonar el desierto dadas las fuertes presiones de Marruecos, cuyas pretensiones sobre el territorio eran apoyadas por el gobierno de los Estados Unidos de América y de Francia.

¿Qué queda de aquellas personas que vigilaban las fronteras del llamado Río de Oro, que convivían con los saharauis y adoptaban sus costumbres para sobrevivir a las condiciones extremas del desierto? Mucho más de lo que cabría imaginar.

"Mi estancia en el desierto es una de las épocas más increíbles de mi vida... es un lugar inimaginable y, a la vez, es terrorífico", relata Carlos González, cabo primero de la Agrupación de Tropas Nómadas (ATN).

Él, junto a otros compañeros, acudió durante esta semana a la exposición fotográfica que la Hermandad de Veteranos de tropas Nómadas del Sahara ofreció a cualquier curioso en el Patio del Palacio Militar.

Las más de 400 imágenes que se mostraron sirvieron como un guía fiel de lo que fue la vida de estas tropas en el desierto del Sahara. Desde las características del territorio hasta la cultura de los saharauis y sus costumbres. Los excombatientes que se acercaron hasta los murales fotográficos se transportaron varias decenas de años atrás y volvieron a quedar cautivados por la desolación y la inmensidad del desierto sahariano.

"A veces me pregunto por qué queremos volver", reflexiona el coronel retirado Ignacio Nodal de la Torre. "La añoranza del desierto es algo que se te mete en el corazón y no se va de ahí... es algo difícil de explicar".

El origen de los Grupos Nómadas, de los que él formó parte, se encuentra en 1937 cuando se creó la Agrupación Nómada de Río de Oro con efectivos sacados de la Mía a Camello -una unidad montada sobre este animal- y, de la unión de ambas, surgió 22 años después, el 30 de diciembre de 1959, la Agrupación de Tropas Nómadas del Sahara. Sus funciones no solo se reducían a la exploración y la colonización de los territorios saharauis, sino que también se dedicaban a recopilar información, control de contrabando, defensa, vigilancia de costas, etcétera.

"En las patrullas, recorríamos la frontera, las zonas de pasto, las haimas para controlar lo que sucedía y para conseguir información porque, de resto, cuando estábamos en los destacamentos hacíamos la vida normal de un campamento militar", expone Nodal.

Las patrullas eran el eje sobre el que pivotaba la vida en los antiguos territorios del Sahara español. Los nómadas salían a recorrer el desierto sólo con lo que podían cargar. En palabras de Manuel Ramos Almenara, antiguo miembro de la Policía Territorial, "la patrulla era una práctica de supervivencia".

Los soldados se llevaban con ellos "un guía" y generalmente se alimentaban de "comida de lata", asegura. Las patrullas podían durar varios días.

Nodal recuerda haberlas hecho de "8, 10 y 15 días" y recorrer, por lo general "unos 500 kilómetros". Las tropas, siguiendo las prácticas de los saharauis con los que convivían, se habían habituado a pasar la noche como ellos. "Eran muy frías. Antes de que cayese el Sol montábamos unas haimas o tiendas de campañas, si las teníamos, y dormíamos como podíamos", recuerda Ramos.

No hay que olvidar que los integrantes de la unidad no eran todos españoles. "El 60% de la tropa era indígena y el restante 40% era personal de reemplazo", asegura Nodal. Entre ellos, además, "había un buen número de soldados europeos".

En las salidas "hacíamos nuestro pan, preparábamos nuestra comida y nos buscábamos la vida en el desierto". En el fuerte, sin embargo, la vida era muy diferente, más parecida a la que realiza un destacamento militar cualquiera. "Allí todo era más monótono, manteníamos el material en buenas condiciones, hacíamos instrucción y atendíamos las necesidades sanitarias de los saharauis del frig -reunión de varias haimas- que se asentaban a nuestro alrededor", explica.

En este sentido, el trato con los saharauis era habitual en el día a día, no solo porque los nómadas también se componían de habitantes del desierto, sino porque les ayudaban, perseguían a delincuentes o mantenían el orden en aquellos lugares a los que la Policía Territorial no llegaba.

"Los saharauis son un pueblo muy noble, orgulloso y con un gran carácter", describe Nodal. "En aquellos tiempo, sin embargo, también eran un poco racistas", recuerda el coronel retirado. "Entre ellos vivía un antiguo esclavo negro que había logrado su libertad y, pese a eso, los saharauis no le obedecían. Dentro de las tropas nómadas era cabo, pero ni con eso, ellos no le aceptaban y teníamos que tener cuidado".

Las anécdotas que vivieron entras las arenas son innumerables. Nodal, por ejemplo, recuerda que vivió dos sirocos bastante fuertes: "Uno de ellos fue en Mahbes Escaiquima, a unos 600 kilómetros al interior de El Aaiún, en medio del desierto. Tuvimos que pararnos y parapetarnos detrás de los camellos porque la cantidad de polvo rojo es tal que no te deja ni respirar; el otro, por suerte, fue en un campamento".

A González una de las cosas que más le gustaba de pertenecer a las unidades nómadas era el grado de autonomía que disfrutaban. "Sí había directrices, pero el desierto permite mayor libertad. En una ciudad, por ejemplo, las tropas desfilan por el campamento, tienes instrucción y estás metido en una dinámica. En el Sahara hacíamos patrullas y ahí nunca sabías qué podía pasar".

En una ocasión, recuerda este cabo primero que paso más de tres años en el desierto en diversas etapas, que iba de Villa Cisneros a Auser. "Íbamos sin guía con un camión y a mitad de camino nos perdimos. Allí nadie viene a buscarte y recordé que una vez un guía me dijo que para llegar a Auser había que ir debajo de una estrella. La localicé y, en efecto, acabamos llegando allí".

La historia de Paco Bolaños, cabo segundo destinado en El Aargub entre 1968 y 1969, es algo diferente. El pertenecía al Grupo II de Nómadas, Capitán La Gándara. "Éramos conocidos como el grupo de la caña porque estábamos a 20 metros de la Ría de Oro y todo el mundo comía pescado fresco", recuerda.

En la única patrulla que él realizó, dado que era mecanógrafo en la Plana Mayor, fue en busca de madera a un golfo. "Allí cogíamos todo lo que el mar tiraba a la costa. Estuvimos 15 días sin ducharnos salvo un chapuzón que nos dimos en el mar y sólo teníamos una comida al día", recuerda con una sonrisa.

Para la mayoría de estas personas, recalar en las unidades nómadas sucedía el mismo día en que abandonaban la casa en la que habían crecido. "Para mí fue una experiencia fabulosa", destaca Bolaños. "Era la primera que dejaba a mi familia y salía de Gran Canaria... nunca lo olvidaré".

Los propios militares admiten que abandonar los territorios del Sahara, poco después de la Marcha Verde, fue algo entristecedor. "Al perder el desierto nos quedamos sin una fuente de riqueza impresionante", reflexiona González. "Solamente, en Bucraa, por ejemplo, una draga enorme metía la pala en la tierra y sacaba diez toneladas de fosfatos de golpe y eso por no hablar de los bancos de pesca subsaharianos. Nosotros vigilábamos los cien kilómetros de la cinta transportadora que iba de Bucraa hasta la costa, donde se procesaban los fosfatos".

Las tropas nómadas, años después y de la misma forma que reza su lema, saben que ya no están allí, pero "en la memoria seguimos para siempre".


Fuente: BORJA VALCARCE - LaProvincia.es

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