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Entrevistas: Resistencia, destierro y olvido (Entrevista a Lafkir Kaziza)

Enviado el Miércoles, 06 de junio de 2012, a las 19:32:18
Tema: Derechos Humanos - Enviado por webmaster10
Kaziza Elfakair muestra las secuelas de las torturas ejercidas sobre él durante su cautiverio en la cárcel.
Kaziza Elfakair muestra las secuelas de las torturas ejercidas sobre él durante su cautiverio en la cárcel.
Derechos Humanos

Ciento cincuenta desaparecidos, 10 muertos, entre ellos un menor de 14 años, 700 heridos. Éste fue el balance del desalojo de la Policía marroquí del campamento saharaui de Gdeim Izik a finales de 2010

Hace cinco meses se suspendió el juicio a 22 personas que permanecen presas desde entonces.

Reconstruimos lo que ocurrió con algunos de los que estuvieron presentes y con Lakfir Kaziza, activista con asilo político en España, que se ha puesto en huelga de hambre en Madrid para pedir la liberación de sus compañeros

Unas 7.000 jaimas incendiadas, 150 desaparecidos, 10 muertos, entre ellos un menor de 14 años, 700 heridos y 22 jóvenes detenidos acusados de formación de bandas criminales y de asesinato a agentes de las fuerzas del orden marroquí. Este es el balance sobre lo que ocurrió en el desalojo del campamento de Gdeim Izik a las afueras de El Aaiún ocupado (capital administrativa del Sáhara Occidental), un mes más tarde de que miles de saharauis acamparan allí, el 10 de octubre de 2010, en protesta por la defensa de sus derechos.

Hace algo más de 5 meses se suspendió el juicio a los 22 presos políticos de Gdeim Izik que llevan así desde hace más de un año y medio, y que hasta día de hoy,  siguen sin fecha de proceso. Un hecho, tal como denuncia la Asociación Saharaui de Víctimas de Violaciones Graves de Derechos Humanos,  que es completamente ilegal.

“La madrugada del 8 de noviembre (2010) en la que los marroquíes asaltaron el campamento de Gdeim Izik, yo estaba de guardia ya que era uno de los encargados de la seguridad. Me golpearon, me metieron en un furgón y me vendaron los ojos. No recuerdo nada más hasta que aparecí en una celda con 40 personas. Me habían golpeado tanto el brazo derecho durante el camino, que me hicieron perder el conocimiento”. “Estuve 20 días en la cárcel sin dejar de ser torturado, tiempo durante el cual, mi familia no supo nada de mí. Pensaban que había muerto.  Me quisieron sobornar con dinero, un trabajo, pero yo respondí siempre que lo que quería era la libertad del pueblo saharaui, por lo que me volvían a torturar”.

Descargas eléctricas en la cabeza y en la lengua, y quemaduras de cigarrillos, de las que todavía le quedan algunas secuelas en los brazos, son parte de las torturas a las que sometieron a Lakfir Kaziza, un joven activista saharaui de 22 años de edad que fue uno de los precursores del campamento de Gdeim Izik.

“Un día me llevaron a una habitación en la que había unas cuerdas colgadas del techo. Los soldados me preguntaron cómo me lesioné el hombro y se lo dije, pensando que me colgarían del otro brazo. Sin embargo, durante siete horas me colgaron por el brazo lesionado y me golpearon hasta que se rompió. Los huesos de la clavícula salieron por la piel y el hueso del brazo se salió del hombro”.

Desde entonces Kaziza ha perdido la sensibilidad por completo de su brazo derecho, que lo lleva sujeto al cuerpo con un cabestrillo para evitar el dolor.

“Cuanto más me torturaban, más decía Sáhara libre”.

Pretende dejarlo claro. Aún así, los ojos se le humedecen al relatar como tras esos 20 días, lo devolvieron a casa medio moribundo y  lo lanzaron a los pies de su madre a quien  amenazaron.

“Le dijeron a mi madre que si contaba algo de lo sucedido volverían a por mí y a por el resto de mi familia”.

Kaziza lleva algo más de dos meses viviendo en España con asilo político. Desde hace poco más de una semana ha fijado su residencia en Madrid, en el centro de Refugiados de Alcobendas, para los siguientes 6 meses, transcurridos los cuales, sabrá si su petición de asilo se renueva indefinidamente o no. Su nombre ha salido a la luz en algunos medios de comunicación españoles  y circula por las redes sociales en estos últimos días, porque el pasado 1 de junio decidió voluntariamente comenzar  una huelga de hambre indefinida en las inmediaciones de la Embajada de Marruecos en Madrid, con la que exige la liberación de sus 22 compañeros detenidos en Gdeim Izik.

“Pienso llevar esto hasta el final”.

Ya han pasado unos días desde que decidió dejar de comer y el Samur ya ha pasado para hacerle el primer reconocimiento médico.

“Este chico puede que no aguante mucho más sin comer”, comenta al salir una de las médicas que le ha hecho el reconocimiento, “es que pesa 47 kilos solamente”.
“¿Cómo está el chico?”, se interesa por él una señora del vecindario bastante mayor, “es que lo veo tan frágil, tan jovencito, con eses ojitos claros tan tristes”, para añadir a continuación: “No hay derecho a lo que hace Marruecos. Yo estoy muy sensibilizada con la causa saharaui, pero lo que pasa es que la gente no sabe, o no quiere saber. Le conté lo que le estaba pasando a este chico a unas amigas, y ninguna pareció interesarse por ello”.

La señora se despide asegurando que volverá a ver qué tal le va a aquel joven saharaui a quien apenas conoce, pero que le ha llegado a enternecer. Lo que la señora probablemente desconozca de Kaziza  es que tras su aparente fragilidad, hay una gran fortaleza física y mental.

Este joven comienza su activismo político en 2005, a la temprana edad de 15 años, como muchos jóvenes saharauis. Formó parte activa en la primera intifada pacífica en los territorios del Sáhara ocupados por Marruecos, en concreto en El Aaiún, su ciudad natal. Este hecho le llevó a ser expulsado del colegio, por lo que no tuvo más remedio que abandonar sus estudios.

“El profesor me vio cambiar la bandera marroquí que presidía la escuela por otra saharaui. Eso me valió la expulsión”.

A partir de entonces comenzará para Kaziza un hostigamiento continuo por parte de las fuerzas del orden marroquíes, que le llevará a estar preso en dos ocasiones y a ser duramente torturado según cuenta.

Para algunos analistas políticos, como es el caso del norteamericano Noam Chomsky, el campamento de Gdeim Izik fue la llama que prendió la Primavera Árabe.

“Al principio éramos como 5 tiendas más o menos, pero al paso de los días el campamento fue creciendo hasta alcanzar las 7 mil. Nadie de los que comenzamos aquello pudimos imaginarnos que iba a ser así”, comenta Kaziza al respecto.

En Gdeim Izik se reclamaba la autodeterminación del pueblo saharaui, pero no solo eso: “también reclamábamos unas condiciones de vida dignas: empleo, educación, el respeto de los derechos humanos en el Sáhara Occidental o el acceso a un reparto justo de sus riquezas naturales entre la población”, comenta a Periodismo Humano una estudiante saharauia de sociología, que también participó en Gdeim Izik, y que a diferencia de Kaziza, prefiere mantener el anonimato por residir en uno de los barrios de El Aaiún ocupado, sobre el que existe una mayor represión policial y “en el que prácticamente todos los días hay manifestaciones contra el autoritarismo marroquí”, como ella misma indica con sus propias palabras.

“Aquellos días, alejados de los marroquíes nos sentíamos libres pudiendo expresar todos nuestros anhelos y sueños en libertad”, comenta esta joven futura socióloga, “pero a veces pienso que sirvió de poco”. Esta joven, protegiendo su identidad  trata de evitar correr la misma suerte que jóvenes como Kaziza, o sus 22 compañeros que hoy siguen siendo presos políticos por levantar el campamento de Gdeim Izik, sobre lo que Kaziza reflexiona: 

“Me duele mucho que a nivel internacional no se tenga en cuenta al Sáhara como se tiene Palestina, Túnez, Egipto o Siria. Nosotros en El Aaiún ocupado por Marruecos luchamos cada día contra la vulneración de derechos humanos y civiles a los que se priva el pueblo saharaui y no hay ni un periodista que hable de eso, a pesar de que todo el mundo sabe que tenemos razón y que Marruecos está vulnerando los derechos humanos”. “Para mí la única solución es la guerra. Llevamos 37 años así y cada reunión del Frente Polisario con los organismos internacionales no sirve de nada. Estoy privado del derecho a estudiar o trabajar. Me imponen que Marruecos sea mi país por la fuerza. Prefiero luchar y arriesgarme a morir, en lugar de no hacer nada”, señala Kaziza.

El sentimiento de Kaziza no es un sentimiento aislado entre los jóvenes saharauis, vivan en los territorios ocupados o en los campos de refugiados de Argelia en Tindouf. Por ejemplo,  la propia joven estudiante de sociología que nos da su opinión sobre Gdeim Izik sin ir más lejos, no duda ni un segundo cuando se le pregunta sobre el hecho de volver a tomar las armas, a lo que contesta:

“Iría a la guerra contra Marruecos si tuviera que hacerlo”.

Los hay, como es el caso de Luchaa Salem y Talebuya Hamadi, presidente y vicepresidente respectivamente de la asociación UJSARIO (Unión Nacional de Juventud de Saguia Hamra y Río de Oro) del campamento de refugiados conocido con el nombre de El 27, que a pesar de que tampoco dudarían en tomar las armas, “si así lo requiere la situación”, optan por agotar la vía diplomática y se muestran críticos con el propio sistema político saharaui que continúa vigente y que encabeza el Frente Polisario.

“Creo que en la situación en la que nos encontramos después de 37 años es necesario un cambio de estrategia política por parte del Frente Polisario”, comenta Talebuya, que continúa: “igual que ha cambiado el sistema mundial desde que sufrimos la ocupación hasta ahora, también el Polisario se debe enfrentar a un cambio de rumbo en su política a la hora de ejercer la presión por los intereses de su pueblo”.

Estos jóvenes representantes de una parte del UJSARIO apuestan por dinamizar a la juventud saharaui tanto de dentro, como de fuera de los campamentos, con el fin de mantener muy activa la causa. Ellos apuestan por  formar a jóvenes en política, en idiomas, para que sean capaces de tomar el mando de los puestos de poder y aporten aire fresco al Frente Polisario. “Porque ahora mismo el proceso está muy parado”, comenta Luchaa, a lo que Talebuya responde: “y si tenemos que tomar las armas, lo haremos. A ver si así, la Comunidad Internacional vuelve de nuevo la cara hacia el Sáhara, como está sucediendo con Siria”.

“Nosotros creemos que Gdeim Izik fue el detonante de la primavera árabe. Posibilitó una apertura contra las dictaduras de los países árabes, como por ejemplo en Túnez. Sin embargo, aquí no sirvió de nada porque sigue en pie la dictadura del Reino de Marruecos contra el pueblo saharaui. Esto es totalmente injusto, no debería ser así”. Hamadadi Selma uno de los parlamentarios de juventud del campamento de refugiados de El Aaiún, entiende y comparte la frustración de sus jóvenes, ya que considera que la vía diplomática está totalmente agotada.“Gdeim Izik fue un hecho puntual, pero casi a diario hay manifestaciones por las calles del Sáhara ocupado desde el 76 sin que haya ningún tipo de repercusión internacional al respecto, por la alta censura que impone Marruecos y que es permitida. Gdeim Izik fue una señal al mundo de que el pueblo saharaui está llegando a su límite”, sentencia el parlamentario Hamadadi.

El hijo de Emaizina Nayem Mohamed desapareció a los 27 años de edad en una emboscada del Ejército marroquí. “Sus compañeros me dijeron”, comenta Emaizina, “que como había sido herido de gravedad en su pierna derecha, lo que le impedía caminar, les dijo que continuaran sin él”. Cuando horas más tarde volvieron al lugar de los hechos, encontraron restos de sangre, pero no su cuerpo.” Por lo tanto, mientras alguien no me diga lo contrario, para mí, mi hijo sigue vivo”. A ese anhelo se ha aferrado Emaizina durante estos 25 años en los que su hijo está en paradero desconocido. “No se me va de los ojos su imagen. Cuando miro su foto pienso que él también me está mirando”.

“Para ella ese hijo, a pesar de tener 6 más, es único. No se puede remplazar. Es muy diferente la relación que tenía mi madre con este hijo, porque vivió en una etapa muy dura y en la que supo hacer sacrificios por su familia. Ha sabido luchar por su patria, como no lo hemos hecho ninguno de los demás hermanos”, comenta Nadih Dadai Mohamed, hijo pequeño de Emaizina, que no llegó a conocer a su hermano, más que a través del recuerdo de su madre.

Emaizina tiene como único deseo en lo que le queda de vida, poder ver a su hijo y abrazarlo antes de morir. “Siempre que alguien viene a visitarme o me invitan algún acto oficial pienso que es porque me van a decir dónde está mi hijo. No pierdo la esperanza de un día verlo entrar por esa puerta”.
Durante la Marcha Verde un grupo de soldados del Ejército marroquí irrumpieron en la jaíma de Naitu Sidahmed Hena y se llevaron a su esposo, Hamudi Salem Brahim. “Él no era soldado, ni tenía armas, ni había participado en acción alguna. Se lo llevaron sin más, sin ninguna otra razón que el hecho de ser saharaui. Eso es lo que más me duele”.

Tras 5 días desaparecido lo devolvieron a casa completamente magullado y al poco tiempo se lo volvieron a llevar. Desde esta segunda vez que lo hicieron desaparecer hasta nuestros días, han transcurrido 37 años.

“Los primeros años de su ausencia lo pasamos muy mal. Él era el único que traía sustento a la familia para que pudiéramos comer. Nos quedamos sin casa y sin la ganadería que teníamos. Me convertí en la madre y el padre de la familia para sacar a mis 5 hijos pequeños adelante.  Por el día buscaba alimentos para ellos y por las noches los protegía”. Aun así, Naitu, tuvo que lamentar la muerte de su hija pequeña por desnutrición. “No aguantó, y es que pasamos 3 años muy duros. A penas teníamos comida para llevarnos a la boca”. “No puedo olvidar el daño que me han hecho, pero ahora solo pido que me ayuden a saber qué pasó con mi marido, aunque me temo que esté muerto”.

El hijo de Emaizina y el marido de Naitu son dos nombres que forman parte de los 526 saharauis que siguen desaparecidos en la actualidad, según  la Asociación de Familiares de Presos Políticos y Desaparecidos Saharauis (AFAPREDESA), una asociación que nace en 1989 en los campamentos de refugiados, “para tratar de dar respuesta a la lamentable situación que vive la sociedad civil saharaui en referencia a la vulneración de los Derechos Humanos”, cuenta a Periodismo Humano, Ali Omar Buzaid, Consejero de AFAPREDESA.

“En estos últimos años seguimos teniendo que lamentar algunas desapariciones forzadas, como el caso de los 15 jóvenes que se echaron al mar en 2005 huyendo de las fuerzas armadas marroquíes, por haber participado en una manifestación pacífica por las calles del Sáhara ocupado, en la que pedían la autodeterminación. Todavía hoy siguen en paradero desconocido”.

AFAPREDESA trata de ser el altavoz de las familias de los desaparecidos políticos  y velar porque dichas desapariciones no caigan en el olvido. “Desde el gobierno marroquí se sigue negando que haya desapariciones forzadas. Mi padre lleva desaparecido desde el año 76 y Marruecos se niega a dar ninguna notificación al respecto. Dice que estará en los campamentos de refugiados, en Mauritania o España, y eso es completamente falso”, asegura Ali.

Desde AFAPREDESA además, junto con otras asociaciones como Human Rights Watch oAmnistía Internacional, se trata de visibilizar y denunciar la vulneración sistemática de los derechos humanos que padecen a diario los presos políticos saharauis encarcelados en las prisiones Marroquíes. “Nos consta que se producen desde descargas eléctricas, hasta quemaduras de cigarros, gotas constantes en la cabeza y violaciones de tipo sexual, incluso a hombres, con la porras de los policías. Lo que sucede es que este último tipo de tortura no se denuncia demasiado por cómo es de pudorosa nuestra cultura al respecto  aunque en algunos casos, como ha sido el de  Mohamed Salem, se ha hecho público”.

Brahim Mohamed Salem, actual director de la escuela de ciegos del campamento de  Dajla y ex preso político que fue torturado, no tiene ningún problema en dar a conocer la dureza que vivió en la cárcel. Lo encarcelaron con tan solo 18 años de edad, de lo que hace ya 34 años, pero lo recuerda como si fuera ayer. “Iba por la calle escuchando una emisora de radio argelina, cuando un soldado marroquí me dijo que por qué escuchaba esta emisora de radio, a lo que le contesté que porque Argelia ayudaba al pueblo saharaui”.  Esto fue suficiente para encarcelarlo.

A pesar de haber sido sometido a descargas eléctricas en cabeza y lengua, y otro tipo de vejaciones similares, como perder el ojo derecho – el único con el que veía, ya que había nacido sin visión en el izquierdo- de un zapatazo, lo que más le dolió no fue nada de lo que le ocurrió a él. “Lo que más me dolió fue lo que le pasó a otra mujer saharauia embarazada que estaba en la cárcel conmigo: cuando dio a luz le quitaron al bebé lo trocearon y nos lo pusieron en la comida. Yo encontré un dedo del bebé en mi plato.  También se me quedó gravado como a un hombre mayor de más de 70 años, que lo torturaban continuamente para que dijera viva el Rey de Marruecos,  por negarse a decirlo lo taparon con una manta y le prendieron fuego. No sé si murió, pero salió gravemente herido”.

Y de repente Brahim pregunta: “¿puedes imaginar como a alguien lo tiran al vacío desde un helicóptero o cómo entierran a gente que está viva?”. Tras unos segundos continúa: “son cosas que no creo que hayan sucedido en otro tipo de dictaduras, como la de Libia con Gadafi”. “La población civil de distintos países nos apoya, pero oficialmente no hay represión a Marruecos desde los otros gobiernos del mundo y por eso hace lo que quiere”.  “Yo personalmente recibo muchas visitas de ONG, defensores de los Derechos Humanos, periodistas. Doy las gracias, sí, pero en realidad no sirve de nada, porque no existe un peso de la Comunidad Internacional lo sumamente fuerte como para poderle parar los pies a Marruecos”.

Brahim, como activista veterano que es, cree que la resistencia saharaui, representada en mayor parte por la población joven, siempre ha sido igual de sólida desde el 75, año en el  que comenzó la ocupación marroquí, hasta ahora. Y a pesar de la crueldad de todo lo que ha vivido en primera persona, se muestra optimista. “Desde el primer día que empecé a luchar estoy seguro de que vamos a conseguir ser un país libre e independiente. Cuanto más tiempo pasa, más cerca veo la independencia. La historia la escribirán quienes nos apoyan, dejando constancia de que la causa por la que luchamos, es una causa justa”.

 


Fuente: Colectivo saharaui

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