El nuevo ministro de exteriores de Marruecos, el islamista Saad Eddine El Othmani, ha empezado este lunes una visita oficial a Argelia. Es la primera vez que el jefe de la diplomacia marroquí viaja a Argel desde 1989, así que es lógico que la visita haya despertado bastante expectación. Hay quien piensa que el viaje es el primer paso de un deshielo de las relaciones entre ambos países,  que quizá desemboque en la apertura de la frontera terrestre común. Othmani se va a entrevistar con su homólogo Medelci y con el presidente argelino Abdelaziz Buteflika.

La relación de Argelia y Marruecos ha estado marcada por sucesivas crisis periódicas pero, por encima de todo, por el enfrentamiento radical por la cuestión del Sáhara Occidental y el apoyo argelino al Frente Polisario. Es el gran asunto que envenena desde hace años la relación bilateral, y en Marruecos la acusación a los servicios secretos argelinos de todos los males es un mantra que se repite sin cesar en la prensa oficial.

A la mala relación entre ambos países contribuye la animadversión que se profesan Mohamed VI y Buteflika, como quedó patente por los cables revelados por Wikileaks el año pasado (el rey marroquí no soporta la actitud paternalista del argelino, y Buteflika lo considera como alguien poco abierto y con poco sentido del humor).

Las fronteras comunes permanecen cerradas desde 1994 después de que Marruecos acusara precisamente a los servicios secretos argelinos de estar detrás de un atentado en Marraquech y de que comenzara a exigir visados a los ciudadanos argelinos. Argel reaccionó con el cierre de la frontera, y hasta hoy.

Desde luego, los acontecimientos de la Primavera Árabe favorecen el deshielo de las relaciones. Marruecos y Argelia, por diferentes razones, se han librado de revueltas importantes al estilo de otros países, o más bien han sabido encauzarlas y controlarlas. Pero en cualquier momento puede saltar la chispa de nuevo, y las condiciones de falta de perspectivas de buena parte de la juventud siguen existiendo en ambos países a pesar de las reformas (el intento de quemarse a lo bonzo de 4 diplomados en paro de la semana pasada es significativo). La apertura de la frontera sería fundamental para el desarrollo de las zonas fronterizas y los intercambios comerciales entre los dos vecinos, y abriría el camino a una verdadera Unión del Magreb Árabe que sin duda sería beneficiosa para toda la región.

Además, la llegada al poder de los islamistas en Marruecos, Túnez o Egipto ha convencido a los islamistas argelinos de que pueden ganar en las legislativas de mayo, lo que podría favorecer una cierta entente.

Los mensajes de los dirigentes de ambos países (Benkirán se mostró dispuesto a trabajar en la apertura de las fronteras en la presentación de su programa de gobierno) en las últimas semanas parecen ir en el buen camino de intentar la reconciliación. Los acontecimientos van muy rápido, y algunos parecen haber entendido que ha llegado la hora de moverse. De momento, todo son declaraciones, habrá que ver si se pasa de las palabras a los hechos.