José Javaloyes
No se les ha ocurrido otra cosa a las lumbreras de Majzen o corte de Rabat, que montar una comisión parlamentaria para que “investigara” qué ocurrió en El Aaiún tras el desalojo del campamento de protesta Gdeim, montado por los saharauis para hacer patente, ante propios y extraños, su rechazo a la situación de hecho en que se encuentran tras de la ocupación por Marruecos de su territorio. Ocurrida, como el lector sabe, tras de la Marcha Verde, luego de que el Tribunal Internacional de Justicia sentenciase que el Imperio Jerifiano carecía y carece de todo título sobre el territorio y la población del Sahara occidental. Un espacio geográfico y humano cuya descolonización había comenzado España, de conformidad con la ONU, mientras el Polisario, instrumento de Argelia durante un largo tiempo, ponía bastones en las ruedas del proceso descolonizador. Disparaba contra soldados españoles y atacaba nuestros pesqueros.
Uno de aquellos polisarios es el nuevo embajador marroquí en Madrid, donde acaba de llegar tras de una largo viaje de varios meses; o sea, desde que el Gobierno español diera el “placet” o conformidad para este personaje, que sirviendo lo mismo para un roto que para un descosido sirvió en el Gobierno argelino y ahora, al cabo de otro periplo como el de su venida, aparece enrolado en las huestes de Miramamolin: sultán que, tras de agraviar a los saharauis no sabe qué argumentos encontrar ni que recursos aplicar para cubrirse las vergüenzas. Y así, por tal motivo, Mohamed VI un montó comité parlamentario para dar con la excusa. No podía ser otra la salida que el socorrido asunto del terrorismo islámico, con lo que nadie ha tragado; y, al propio tiempo, con la otra originalidad de la “longa manus” argelina.
Si hubiera sido una instancia internacional o un órgano independiente quien hubiera realizado la investigación, todo habría sido enteramente distinto. Pero cuando se es a la vez juez y parte, la maniobra, de tan burda, no puede asumirse mas que como insulto a la inteligencia de los demás.
Dicho de otro modo, si el Parlamento marroquí fuera soberano y los parlamentarios independientes, habría que haber escuchado, atendido, el trabajo de la tal Comisión. Pero habiendo sido las cosas como fueron, habrá que mandar a los comisionados y sus conclusiones adonde dicen que mandaron un día al P. Padilla … ¡Qué torpeza tan soberana! La regia patraña marroquí se ha encontrado con la merecida respuesta testimonial de los saharauis llegados a Canarias en una patera, trayendo con ellos testimonios fidedignos gráficos y filmográficos de lo realmente sucedido en El Aaiún, con todas las brutalidades de la represión jerifiana.
Algo tendría que decir a este respecto la ONU, que, sin embargo, no ha perdido el tiempo en pronunciarse sobre los sucesos de Túnez, donde la materia de la brutalidad policial, aunque es merecedora de toda reprobación, no pertenece a ningún asunto sobre el que la ONU se encuentre tan directamente concernida como es el de la descolonización del Sahara. Algo que Marruecos cortó en flor hace 35 años sin tener ningún derecho a ello. Ni siquiera el de cuestionar la legitimidad histórica de España como potencia administradora del territorio. De ahí que lo más razonable sea entender, como ya se ha planteado en el mundo jurídico español, que lo del Sahara, desde el otoño de l975, es una pura, indecente y desnuda situación de hecho que debe ser reconocida como tal y resuelta de una vez por la comunidad internacional a favor del pueblo saharaui, que es el único soberano. Todo lo demás es patraña, como lo de esa Comisión parlamentaria sobre lo ocurrido en El Aaiún, que Mohamed VI se ha sacado de debajo de la chilaba. Pero claro, el moro amigo no lo es de la España de Zapatero, ni de ningún otro Gobierno nuestro, sino muy especialmente de Francia y Estados Unidos. Otro hecho – el de apoyar este desmán de las complicidades con Maruecos – equivalente a monstruoso agravio contra el Derecho de Gentes.
José Javaloyes
No se les ha ocurrido otra cosa a las lumbreras de Majzen o corte de Rabat, que montar una comisión parlamentaria para que “investigara” qué ocurrió en El Aaiún tras el desalojo del campamento de protesta Gdeim, montado por los saharauis para hacer patente, ante propios y extraños, su rechazo a la situación de hecho en que se encuentran tras de la ocupación por Marruecos de su territorio. Ocurrida, como el lector sabe, tras de la Marcha Verde, luego de que el Tribunal Internacional de Justicia sentenciase que el Imperio Jerifiano carecía y carece de todo título sobre el territorio y la población del Sahara occidental. Un espacio geográfico y humano cuya descolonización había comenzado España, de conformidad con la ONU, mientras el Polisario, instrumento de Argelia durante un largo tiempo, ponía bastones en las ruedas del proceso descolonizador. Disparaba contra soldados españoles y atacaba nuestros pesqueros.
Uno de aquellos polisarios es el nuevo embajador marroquí en Madrid, donde acaba de llegar tras de una largo viaje de varios meses; o sea, desde que el Gobierno español diera el “placet” o conformidad para este personaje, que sirviendo lo mismo para un roto que para un descosido sirvió en el Gobierno argelino y ahora, al cabo de otro periplo como el de su venida, aparece enrolado en las huestes de Miramamolin: sultán que, tras de agraviar a los saharauis no sabe qué argumentos encontrar ni que recursos aplicar para cubrirse las vergüenzas. Y así, por tal motivo, Mohamed VI un montó comité parlamentario para dar con la excusa. No podía ser otra la salida que el socorrido asunto del terrorismo islámico, con lo que nadie ha tragado; y, al propio tiempo, con la otra originalidad de la “longa manus” argelina.
Si hubiera sido una instancia internacional o un órgano independiente quien hubiera realizado la investigación, todo habría sido enteramente distinto. Pero cuando se es a la vez juez y parte, la maniobra, de tan burda, no puede asumirse mas que como insulto a la inteligencia de los demás.
Dicho de otro modo, si el Parlamento marroquí fuera soberano y los parlamentarios independientes, habría que haber escuchado, atendido, el trabajo de la tal Comisión. Pero habiendo sido las cosas como fueron, habrá que mandar a los comisionados y sus conclusiones adonde dicen que mandaron un día al P. Padilla … ¡Qué torpeza tan soberana! La regia patraña marroquí se ha encontrado con la merecida respuesta testimonial de los saharauis llegados a Canarias en una patera, trayendo con ellos testimonios fidedignos gráficos y filmográficos de lo realmente sucedido en El Aaiún, con todas las brutalidades de la represión jerifiana.
Algo tendría que decir a este respecto la ONU, que, sin embargo, no ha perdido el tiempo en pronunciarse sobre los sucesos de Túnez, donde la materia de la brutalidad policial, aunque es merecedora de toda reprobación, no pertenece a ningún asunto sobre el que la ONU se encuentre tan directamente concernida como es el de la descolonización del Sahara. Algo que Marruecos cortó en flor hace 35 años sin tener ningún derecho a ello. Ni siquiera el de cuestionar la legitimidad histórica de España como potencia administradora del territorio. De ahí que lo más razonable sea entender, como ya se ha planteado en el mundo jurídico español, que lo del Sahara, desde el otoño de l975, es una pura, indecente y desnuda situación de hecho que debe ser reconocida como tal y resuelta de una vez por la comunidad internacional a favor del pueblo saharaui, que es el único soberano. Todo lo demás es patraña, como lo de esa Comisión parlamentaria sobre lo ocurrido en El Aaiún, que Mohamed VI se ha sacado de debajo de la chilaba. Pero claro, el moro amigo no lo es de la España de Zapatero, ni de ningún otro Gobierno nuestro, sino muy especialmente de Francia y Estados Unidos. Otro hecho – el de apoyar este desmán de las complicidades con Maruecos – equivalente a monstruoso agravio contra el Derecho de Gentes.
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