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Los que apoyan la entrega del Sahara Occidental a Marruecos omiten muchas cosas mientras tergiversan otras

Enviado el Jueves, 14 de enero de 2010, a las 08:07:12
Tema: Opinión - Enviado por prada
Opinión

Fuente: Campos abiertos - Fernando Manero

Era previsible que, tras la experiencia vivida a raiz de la huelga de hambre de Aminetou Haidar en territorio español, la cuestión del Sahara Occidental iba a cobrar nuevos bríos y suscitar un debate que, oculto durante mucho tiempo, emerge ahora con fuerza para poner al descubierto las posturas no siempre coincidentes que existen en la sociedad española sobre un tema tan sensible. La polémica no ha hecho más que comenzar, aunque es probable que tenga un recorrido largo ante el cariz que están tomando los argumentos esgrimidos por quienes consideran que lo mejor que le puede pasar a ese territorio irredento es que pase a formar parte definitivamente de Marruecos porque, según ellos, es la opción que más conviene a los intereses españoles.

De todas las opiniones vertidas en esta línea, la que mayor consideración me merece hasta ahora es la expuesta por Don Máximo Cajal, que la ha manifestado en el diario El Pais (11.Enero.2010) en un artículo que no debe pasar desapercibido. No es cualquiera el Sr. Cajal. Es embajador de España, representante de nuestro pais en Guatemala cuando se produjo en Enero de 1980 el asalto de la embajada, y una persona estrechamente vinculada al Partido Socialista e inequívocamente comprometido con la causa de los derechos humanos. Su opinión debe, por tanto, ser tenida en cuenta, tanto por la personalidad de quien la plantea como por la envergadura del tema planteado.

Sin embargo, y como es lógico, sus puntos de vista no están libres de la crítica que razonablemente puede hacerse en torno al argumentario por él desarrollado. Todo gravita sobre una idea básica y recurrente: no siendo Argelia un país de fiar, cualquier posibilidad de que el Sahara Occidental pueda ser un Estado independiente debe crear temor, pues sería un apéndice de Argelia, que pondría en peligro la estabilidad de Marruecos y las expectativas de Canarias como región española. Dicho de otro modo, puesto que hay que optar entre dos Estados dominantes, optemos por Marruecos, que es el que más nos interesa y del que nos fiamos plenamente. Marruecos forever. La realpolitik por encima de todo.

Sobre esta base descansa todo lo demás: el Sáhara Occidental nunca ha sido, según él, el germen de un posible Estado, se trata tan sólo de “250.000 kilómetros cuadrados de arenal en el bajo vientre marroquí” (sic), “la reivindicación saharaui es inviable” y "su identidad artificial", de modo que el hecho de que la RASD pase a formar parte de la Comunidad Internacional supondría “una amenaza añadida a las que ya ponen en riesgo la seguridad de España”, por cuanto lo que defiende Argelia “es contrario al interés nacional de España”.

Mientras su decantación por Marruecos frente a Argelia le lleva a recordar la época en la que este pais acogía a los movimientos independentistas de Canarias, algo que ocurrió en los años setenta y de lo que ya nadie habla (¿alguien en su sano juicio puede pensar actualmente en riesgos de independentismo canario, alentado por Argelia?), omite, sin embargo, la estrecha relación comercial (decisiva desde el punto de vista energético) y política que ahora existe con ese país (su presidente, Buteflika, acaba de visitar oficialmente Madrid, lo que jamás ha hecho Mohamed VI), así como los numerosos y reiterados chantajes y desplantes practicados por Marruecos frente a todo lo que tenga que ver con la presencia española en el Norte de Africa. La vecindad con Marruecos, como bien sabemos, siempre ha sido muy complicada y nunca ha ofrecido garantías de seguridad con perspectivas duraderas. De eso he hablado ya varias veces en este blog.

Tampoco menciona el Sr. Cajal de qué manera se apropió Marruecos del territorio saharaui en 1975, evita toda referencia a la dimensión e importancia de las riquezas naturales de que dispone ese espacio (¿habría Marruecos hecho lo que ha hecho si se tratase sólo de un arenal improductivo y de una costa sin uno de los bancos de pesca más importantes del mundo?) y, lo que es más sorprendente en un diplomático, no alude una sola vez las resoluciones de Naciones Unidas sobre el problema ni al hecho de que en estos momentos ningún país del mundo reconoce la soberanía marroquí sobre el territorio del Sahara Occidental. Bien es verdad que, en un alarde de sinceridad, admite que le gustaría que Marruecos fuera un Estado más garantista en materia de derechos humanos y que la autonomía ofrecida al Sáhara “solamente es creíble, y por ello aceptable, en un régimen de auténticas libertades”, que, desde luego, y él mismo lo reconoce, no se da.

Entonces, ¿en qué quedamos?. ¿Qué criterios deben primar a la hora de definir lo que ha de ser el Sahara Occidental, cuyas perspectivas como Estado no difieren de las que tenían la mayor parte de los Estados africanos antes de la independencia?. La contradicción, muy condicionada por el maniqueismo obsesivo que sustenta la argumentación, acaba primando en la postura defendida, aunque, a la postre, acabe irritando, y mucho, cuando el sr. Embajador, en un alarde de ignorancia (quizá más que de inhumanidad), se permita decir que, debido a la ayuda del vecino argelino, “desde hace más de tres décadas, (Argelia) permite que en su interior malvivan las decenas de miles de saharauis acampados en Tinduf”. Como si los campamentos de refugiados fueran una opción a la que Argelia ha obligado en vez de un exilio forzado por una ocupación ilegal y vejatoria que sume a todo un pueblo en la mayor de las ignominias, en contra precisamente - lo que para un diplomático no debiera ser cuestión baladí - de la legislación internacional.

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