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Las jóvenes rosas de piedra. Nguía, Hayat y Maimuna

Enviado el Martes, 11 de agosto de 2009, a las 12:54:32
Tema: Opinión - Enviado por prada
Opinión

Conchi Moya, Haz lo que debas

“Los recursos de un país son sus jóvenes y eso es a lo primero que apuntan las dictaduras”

Maimuna Ameidan a sus diecisiete años ha vivido demasiado. Ha visto como la policía marroquí ha detenido en innumerables ocasiones, ya ha perdido la cuenta, a su querido hermano Luali, cómo han allanado la casa de la familia, casa de mujeres que viven solas, y las han golpeado a ella, a su madre y a sus hermanas. A Luali empezaron a perseguirle desde el colegio, y a pesar de sus veintitrés años es ya un veterano en las cárceles marroquíes. Le han herido, vejado y torturado, incluso dentro del hospital. No le permiten estudiar en la cárcel y sus torturadores convierten sin pausa cada uno de sus días en un infierno.

La familia Ameidan está marcada, es difícil para cuatro mujeres perseguidas subsistir, cuando no hay ni siquiera posibilidades de acceder al trabajo. La hermana mayor de Maimuna, Malak, inteligente y muy decidida, encontró trabajo con una ONG en El Aaiun, pero las autoridades de la ciudad no pararon hasta que fue despedida de su empleo. Los marroquíes las acechan y cuando menos lo esperan reciben un nuevo golpe. La bella Rabab, su querida hermana, estudiaba en la Universidad de Marrakech. Reivindicar desde el corazón del ocupante la libertad del Sahara es un delito condenado con los peores castigos, bien lo han comprobado los universitarios saharauis. Rabab fue golpeada con gran dureza en las manifestaciones estudiantiles en mayo de 2006 y presenció como a su amiga Sultana Jaya le reventaba el ojo con una porra un policía marroquí. Maimuna conoce lo que significa ser una Ameidan en el Sahara ocupado.

Hayat Erguibi sabe por experiencia que una violación es un acto horrendo, que atenta contra lo más íntimo del ser humano, llevando a uno de sus máximos extremos la violencia. Hayat, una alumna de bachillerato, fue secuestrada, sometida a vejaciones y violada de diferentes formas por su presunta participación en actividades políticas relacionadas con la independencia del Sahara. Sus violadores, policías marroquíes en El Aaiun la amenazaron para que no denunciara lo sucedido. Pero Hayat, venciendo el miedo y la vergüenza que atenaza a las víctimas de delitos contra la libertad sexual, denunció su caso y lo ha expuesto a los observadores internacionales de derechos humanos. Porque ya son demasiados casos de violaciones de hombres, mujeres y menores por parte de las fuerzas de represión marroquíes. Hayat no quiere callar. Hayat habla para que no haya más estudiantes a las que secuestren, vejen y violen con total impunidad.

"Ya no puedo vivir una vida normal como el resto de la gente", dice con resignación Nguia El Hawasi, parte de la infancia y toda la adolescencia dedicada a luchar desde el colegio por la libertad del Sahara. Dieciocho años de sufrir, de tener separada a la familia, de saber desde niña que algo raro ocurría, y de politizarse por desgracia demasiado pronto a fuerza de ver injusticias, a fuerza de ver palizas, a fuerza de ver discriminación. Nguia acumula detenciones y golpes, en su extenso y triste currículum de activista. Explica que la sed de libertad que tienen los niños saharauis desde la escuela es algo que no entienden los marroquíes y que les llama mucho la atención. Ella tiene la respuesta “esta es nuestra convicción por nuestros derechos y vamos a seguir hasta nuestra libertad.”

Maimuna, Hayat, Enguía, Malak, Sultana, Rabab, Aminetu, Galia, Sukeina, Fatma… ellas son verdaderas heroínas. Las mujeres tenemos en ellas el más limpio espejo donde mirarnos. Porque a las saharauis de las zonas ocupadas la libertad les cuesta cada día la vida.

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