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LUCES Y SOMBRAS DE LA DÉCADA DE MOHAMED VI

Enviado el Sábado, 01 de agosto de 2009, a las 19:23:37
Tema: Marruecos - Enviado por numa
Marruecos

“Haciendo balance de estos diez años, ha habido indudables progresos y una mejora en las condiciones de vida de la población, pero Marruecos sigue sin ser ni una democracia ni un país donde se respeten los derechos humanos.”

 

El Mundo - Editorial, 1/8/2009

MOHAMED VI festeja estos días el décimo aniversario de su reinado con la pompa y ceremonia de un monarca que no sólo es el jefe del Estado sino además líder religioso de sus 33 millones de habitantes.

Hemos visto arrodillarse y besar sus manos a los dirigentes de los partidos, a los gobernadores de las provincias, a los diputados, a los generales y a los jueces. El monarca de Marruecos sigue siendo un autócrata que no está sometido a ningún control, pese a que hay que reconocer que el país ha progresado en casi todos los terrenos en estos diez últimos años.

Si se compara con los estándares democráticos occidentales, Marruecos no es un régimen homologable. Si se compara con los países del norte de África, Marruecos sale ganando tanto por su nivel de desarrollo económico -4.000 dólares de renta per cápita- como por su estabilidad política.

 

Durante su reinado, Mohamed VI ha impulsado un cierto desarrollo democrático, con alternancia de partidos en el poder, pero con enormes limitaciones. Ahí está el fuerte control sobre los medios de comunicación que ejerce la Policía, como en más de una ocasión ha experimentado Alí Lmrabet, colaborador de este periódico.

 

Marruecos tiene cientos de presos políticos en sus cárceles, donde se pudren los opositores al régimen. El monarca acaba de aprobar una medida de gracia para sacar a la calle a 24.000 reclusos, de los cuales 178 son españoles.

 

Mohamed VI ha abolido, sin embargo, numerosas leyes que discriminaban a la mujer, que ha logrado el derecho al divorcio en igualdad de condiciones que el varón y ha accedido a los más altos escalafones de la Administración.

 

La principal oposición al régimen es el integrismo islámico que, desde el atentado de Casablanca en 2003, ha ido perdiendo fuerza. Parte de sus seguidores han recalado en el PJD, un partido islamista moderado que acepta las reglas del sistema.

 

Continuando la política exterior de Hasan II, su padre, Mohamed ha cuidado mucho sus vínculos con EEUU y con Francia, sus dos principales aliados. La relación con España ha sufrido altibajos, aunque, tras el desgraciado incidente de la isla Perejil, Marruecos ha aumentado su cooperación en temas clave como la lucha contra la inmigración ilegal. También es cierto que Zapatero ha tenido hacia Rabat una actitud mucho más complaciente que Aznar.

 

El gran adversario político en la zona es Argelia, que cobija políticamente al Frente Polisario y que no reconoce la pretensión de soberanía de Marruecos sobre el Sáhara Occidental, la ex colonia española. Mohamed VI ha anunciado unilateralmente un plan de «regionalización» por el que el Sáhara pasará a ser un territorio autónomo. Ello supone un desafío a la ONU y a Obama, que apoya una consulta para decidir la cuestión de la soberanía.

 

En el terreno económico, Marruecos se ha abierto a la inversión extranjera y ha tenido un importante crecimiento económico en la última década, en parte debido a las remesas de dinero de sus cuatro millones de emigrantes. Ello no obsta para ignorar las trabas al libre mercado que todavía existen y los privilegios del poderoso holding de empresas del monarca.

Haciendo balance de estos diez años, ha habido indudables progresos y una mejora en las condiciones de vida de la población, pero Marruecos sigue sin ser ni una democracia ni un país donde se respeten los derechos humanos.

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