Mal hacen otros pueblos o países próximos si creen que un día esta convicción cambiará. El tiempo lejos de anemiar la fuerza de la reivindicación la ha potenciado. Las cosas están como hace (33)  =25 años con todos los matices que se quieran.

Decía el inolvidable Dionisio Ridruejo -qué silencio, qué olvido en torno a uno de los grandes españoles del siglo veinte- que Gibraltar era como el cadáver en el armario. Todos sabían que el cadáver estaba allí y todos sabían también que algún día alguien se acordaría.

Con el Sáhara sucede lo mismo. Prácticamente todos los gobiernos españoles desde la transición al "zapaterismo" jugaron la carta saharaui de Marruecos. Para nada ha servido. Los españoles aguantamos la mala conciencia de una descolonización chapucera que a muchos todavía nos avergüenzan. El cadáver sigue en el armario.

España y Argelia tienen desde hace años excelentes relaciones comerciales sobre todo en el terreno energético. En los últimos tiempos estas relaciones han empeorado. El primer ministro argelino que días pasados concedió a EL IMPARCIAL una muy interesante entrevista fue tal vez el primer político argelino en reconocer que la rescisión de los contratos gasísticos hispano-argelinos en empresas como Repsol y Gas Natural se habían visto afectados considerablemente por unas relaciones no excesivamente intensas o cordiales. Para Argelia, la política española con respecto al Sáhara dificulta estas relaciones y así seguirán siendo si finalmente los sucesivos gobiernos españoles no terminan cumpliendo con sus promesas formales de facilitar que los saharauis ejerzan su derecho a la autodeterminación algo al que sistemáticamente Marruecos se ha opuesto y sigue oponiéndose aunque el discurso oficial de la diplomacia marroquí sea distinto.

España desearía mantener relaciones amables e interesadas con las dos grandes potencias del Magreb, Argelia y Marruecos, pero el Sáhara seguirá siendo un obstáculo mayor mientras la diplomacia española no logre situarse en una posición equidistante de ambos países y responder con hechos a las tantas veces repetidas promesas de apoyar las resoluciones de Naciones Unidas que parten del ejercicio de autodeterminación de los saharauis. Hasta ahora todas las declaraciones pro-forma de Rabat se han convertido en papel mojado. Le guste o no al actual presidente del gobierno español y a su ministro de Exteriores, la que fue colonia española sigue entorpeciendo la política magrebí del país. Todavía y tal vez por mucho tiempo.
 
 
NOTA DE SAHARIANO; Personalmente creo que este periodista, la ha venido bien cambiar de medio, pues ha cambiado al parecer de opinión, para facilitar la lectura de los dos articulos, se incluyen en esta noticia, pero la del 10/9/07, se publicó en esta WEB, podeís observar las diferencias y comentarlas si así os parece. 

 
 
(Lo que escribía el 10/9/07 )Marruecos: elecciones e islamistas

ESTRELLA DIGITAL - Alberto Migues - 10/9/07
Las recientes elecciones celebradas en Marruecos han servido para demostrar al menos que el país no está preparado todavía para integrarse en eso tan confuso e indefinible como son los países occidentales libres. Sólo cuatro de cada diez marroquíes que pudieron hacerlo concurrieron a las urnas: la abstención fue espectacular... e inesperada.
 
Todos creían que el partido islamista moderado de Justicia y Democracia iba a hacerse con el poder o simplemente iba a ganar las elecciones, aunque esto no significase que líder máximo del partido vaya a ser nombrado primer ministro por el Rey Mohamed VI. Marruecos tiene una curiosa democracia en la que es el Rey quien decide el nombre del jefe de Gobierno sea cual sea el partido al que pertenece y sean cuales sean los resultados logrados en las elecciones.

Era más o menos obvio que el secretario general del partido islamista moderado no lograría digerir el Gobierno y que éste quedaría en manos de uno de los amigos y compañeros de colegio de Mohamed VI en el que el malik (rey) confía más que en nadie y que además cuenta con el apoyo del majzén (el poder real) que emana del Palacio.

Hasta un momento dado algunos creyeron que el joven Rey marroquí se la jugaba nombrando a los islamistas para la gobernación del país, aunque no había garantía alguna de que estos grupos de la clase media y campesina fuesen capaces de llevar a cabo una labor de reconstrucción, desarrollo, lucha contra la corrupción y otros problemas pendientes.