El Sahara no es tierra de emperatrices ni reyesEs lo que hemos heredado de nuestros padres, lo que hemos aprendido de la misma historia, hasta que un día nació una niña. Nadie sabía, ni sus propios padres, que esta niña iba a ser la reina de los corazones de los saharauis, y la emperatriz del Sáhara.
Es Sultana, la joven que se hizo mujer antes de tiempo, la joven que nos hizo llorar en silencio frente a la impotencia, la mujer que demostró con su valentía que los hombres también lloran, una mujer que en segundos supo conquistar el corazón de los hombres y mujeres, de aquellos y aquellas que viven del lado de la justicia y la razón, aquellos hombres y mujeres que sus principios no tienen precio
Si los ojos son para ver, tú Sultana de cerca viste la injusticia y lo sentiste en tu cuerpo y en tu mente; si los ojos son para echar una mirada, todos los saharauis, mujeres y hombres quieren hacerte a ti esta mirada, incluso yo mismo que te escribo esta carta quiero arrodillarme ante tu mirada, para desnudarte mi alma como una alfombra, algo que jamás pensé hacerlo delante de un ser humano.
Se equivocaron tus verdugos a la hora de cometer esta injusticia, porque con estos actos cobardes de intentar dejar te ciega, diles que los ciegos también lloran y que los ciegos también tienen sentimientos y nadie puede quitar estos sentimientos que sentimos por algo, que amamos el Sahara.
Escuché tu voz firme y valiente, cuando te has dirigido a tu pueblo, cuando quisiste demostrarnos que tus ojos, no son más importantes que el destino y la libertad de tu pueblo.
Si no me traiciona la memoria hay otro caso semejante, pero no sé si Sultana había nacido o todavía no. Se trata de la historia de un soldado saharaui herido grave en la guerra y que tuvieron que trasladarlo desde los territorios liberados a los campamentos de refugiados, en la mitad del camino pidió a sus compañeros detener la marcha del coche, en este momento quiso aprovechar sus últimos instantes para pedirles un favor, no se trata de algo personal o familiar, les dijo que tenía la sensación de que este lugar es el fin de su camino, pero antes que me lleve la muerte, les pidió un favor: "sean fieles al Sáhara y sus mártires", y en este mismo lugar le llegó la hora definitiva.
Pocos pueden hacer algo semejante, sin embargo tan sencillo, cuando una persona es consciente de sus principios y su deber a pesar del dolor y el sufrimiento. Es lo que quiso demostrarnos esta joven, que la vida sin libertad y sin dignidad humana, deja de tener ningún sentido.
¿Cuantas mujeres como Sultana que fueron agredidas y otras violadas?, ¿cuantas mujeres tendrán que sacrificar todavía su vida por esta causa?, ¿cuantas y cuantas?
Todos somos Sultana y Minatu Haidar, y todas las mujeres saharauis que han sufrido de cerca o de lejos la ocupación, y todos seremos como este mártir, fiel a su causa hasta el último instante de su vida.
Brahim Cheij Breih
Un Ciudadano Saharaui
Fuente: ARSO Opinión